Página 110 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
y un rico botín quedó en manos de los vencedores, de modo que, en
lugar de empobrecer a los bohemios, la guerra los enriqueció.
Pocos años después, bajo un nuevo papa, se preparó otra cruzada.
Como anteriormente, se volvió a reclutar gente y a allegar medios de
entre los países papales de Europa. Se hicieron los más halagüeños
ofrecimientos a los que quisiesen tomar parte en esta peligrosa em-
presa. Se daba indulgencia plenaria a los cruzados aunque hubiesen
cometido los más monstruosos crímenes. A los que muriesen en la
guerra se les aseguraba hermosa recompensa en el cielo, y los que
sobreviviesen cosecharían honores y riquezas en el campo de bata-
lla. Así se logró reunir un inmenso ejército que cruzó la frontera y
penetró en Bohemia. Las fuerzas husitas se retiraron ante el enemigo
y atrajeron así a los invasores al interior del país, dejándoles creer
que ya habían ganado la victoria. Finalmente, el ejército de Procopio
se detuvo y dando frente al enemigo se adelantó al combate. Los
cruzados descubrieron entonces su error y esperaron el ataque en sus
reales. Al oír el ejército que se aproximaba contra ellos y aun antes
de que vieran a los husitas, el pánico volvió a apoderarse de los cru-
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zados. Los príncipes, los generales y los soldados rasos, arrojando
sus armas, huyeron en todas direcciones. En vano el legado papal
que guiaba la invasión se esforzó en reunir aquellas fuerzas aterrori-
zadas y dispersas. A pesar de su decididísimo empeño, él mismo se
vio precisado a huir entre los fugitivos. La derrota fue completa y
otra vez un inmenso botín cayó en manos de los vencedores.
De esta manera por segunda vez un gran ejército despachado
por las más poderosas naciones de Europa, una hueste de valientes
guerreros, disciplinados y bien pertrechados, huyó sin asestar un
solo golpe, ante los defensores de una nación pequeña y débil. Era
una manifestación del poder divino. Los invasores fueron heridos
por un terror sobrenatural. El que anonadó los ejércitos de Faraón
en el Mar Rojo, e hizo huir a los ejércitos de Madián ante Gedeón y
los trescientos, y en una noche abatió las fuerzas de los orgullosos
asirios, extendió una vez más su mano para destruir el poder del
opresor. “Allí se sobresaltaron de pavor donde no había miedo;
porque Dios ha esparcido los huesos del que asentó campo contra ti:
los avergonzaste, porque Dios los desechó”.
Salmos 53:5
.
Los caudillos papales desesperaron de conseguir nada por la
fuerza y resolvieron a usar la diplomacia. Se adoptó una transigencia