Página 118 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
justo vivirá por la fe”.
Romanos 1:17
. Se puso de pronto de pie y
huyó de aquel lugar sintiendo vergüenza y horror. Ese pasaje bíblico
no dejó nunca de ejercer poderosa influencia en su alma. Desde
entonces vio con más claridad que nunca el engaño que significa para
el hombre confiar en sus obras para su salvación y cuán necesario
es tener fe constante en los méritos de Cristo. Sus ojos se habían
abierto y ya no se cerrarían jamás para dar crédito a los engaños
del papado. Al apartarse de Roma sus miradas, su corazón se apartó
también, y desde entonces la separación se hizo más pronunciada,
hasta que Lutero concluyó por cortar todas sus relaciones con la
iglesia papal.
Después de su regreso de Roma, recibió Lutero en la universidad
de Wittenberg el grado de doctor en teología. Tenía pues mayor
libertad que antes para consagrarse a las Santas Escrituras, que tanto
amaba. Había formulado el voto solemne de estudiar cuidadosamen-
te y de predicar con toda fidelidad y por toda la vida la Palabra de
Dios, y no los dichos ni las doctrinas de los papas. Ya no sería en lo
sucesivo un mero monje, o profesor, sino el heraldo autorizado de
la Biblia. Había sido llamado como pastor para apacentar el rebaño
de Dios que estaba hambriento y sediento de la verdad. Declaraba
firmemente que los cristianos no debieran admitir más doctrinas
que las que tuviesen apoyo en la autoridad de las Sagradas Escri-
turas. Estas palabras minaban los cimientos en que descansaba la
supremacía papal. Contenían los principios vitales de la Reforma.
Lutero advirtió que era peligroso ensalzar las doctrinas de los
hombres en lugar de la Palabra de Dios. Atacó resueltamente la
incredulidad especulativa de los escolásticos y combatió la filosofía y
la teología que por tanto tiempo ejercieran su influencia dominadora
sobre el pueblo. Denunció el estudio de aquellas disciplinas no solo
como inútil sino como pernicioso, y trató de apartar la mente de sus
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oyentes de los sofismas de los filósofos y de los teólogos y de hacer
que se fijasen más bien en las eternas verdades expuestas por los
profetas y los apóstoles.
Era muy precioso el mensaje que Lutero daba a las ansiosas
muchedumbres que pendían de sus palabras. Nunca antes habían
oído tan hermosas enseñanzas. Las buenas nuevas de un amante
Salvador, la seguridad del perdón y de la paz por medio de su sangre
expiatoria, regocijaban los corazones e inspiraban en todos una