Página 139 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Un campeón de la verdad
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el poder que está de nuestra parte!” Estos son los argumentos que
más sacan a relucir y que parecen tener influencia en el mundo, pero
que no son ahora de más peso que en los días del gran reformador.
La Reforma no terminó, como muchos lo creen, al concluir la
vida de Lutero. Tiene aún que seguir hasta el fin del mundo. Lutero
tuvo una gran obra que hacer: la de dar a conocer a otros la luz que
Dios hiciera brillar en su corazón; pero él no recibió toda la luz
que iba a ser dada al mundo. Desde aquel tiempo hasta hoy y sin
interrupción, nuevas luces han brillado sobre las Escrituras y nuevas
verdades han sido dadas a conocer.
Honda fue la impresión que produjo en la asamblea el discurso
del legado. No hubo ningún Lutero para refutar los cargos del cam-
peón papal con las verdades convincentes y sencillas de la Palabra
de Dios. Ningún esfuerzo se hizo para defender al reformador. Se
manifestaba una disposición general no solo para condenarlo junto
con las doctrinas que enseñaba, sino para arrancar de raíz la here-
jía. Roma había disfrutado de la oportunidad más favorable para
defender su causa. Se había dicho todo cuanto pudiera decirse para
justificarla. Pero aquella victoria aparente no fue sino la señal de la
derrota. Desde aquel día el contraste entre la verdad y el error iba a
resaltar más y más, porque la lucha entre ambos quedaba resuelta-
mente empeñada. Nunca desde aquel momento iba a quedar Roma
tan segura como antes lo estuviera.
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En tanto que la mayoría de los miembros de la dieta no hubieran
vacilado en entregar a Lutero a la venganza de Roma, no eran pocos
los que echaban de ver con dolor la corrupción que prevalecía en la
iglesia, y deseaban que se concluyera con los abusos que sufría el
pueblo alemán como consecuencia de la degradación e inmoralidad
del clero. El legado había presentado al gobierno del papa del modo
más favorable. Pero entonces el Señor movió a uno de los miembros
de la dieta a que hiciese una verdadera exposición de los efectos
de la tiranía papal. Con noble firmeza el duque Jorge de Sajonia se
levantó ante aquella asamblea de príncipes y expuso con aterradora
exactitud los engaños y las abominaciones del papado y sus fatales
consecuencias. En conclusión añadió:
“He aquí indicados algunos de los abusos de que acusan a Roma.
Han echado a un lado la vergüenza, y no se aplican más que a una
cosa: ¡al dinero! ¡siempre más dinero! [...] de modo que los predica-