Página 177 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Progresos de la reforma
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aceptaban sus doctrinas. Pronto llegó a condenar el orden en el culto
público y declaró que obedecer a los príncipes era querer servir a
Dios y a Belial.
El pueblo que comenzaba a emanciparse del yugo del papado,
tascaba el freno bajo las restricciones de la autoridad civil. Las en-
señanzas revolucionarias de Munzer, con su presunta aprobación
divina, los indujeron a sublevarse contra toda sujeción y a abando-
narse a sus prejuicios y a sus pasiones. Siguiéronse las más terribles
escenas de sedición y contienda y los campos de Alemania se empa-
paron de sangre.
La angustia de corazón que Lutero había experimentado hacía
tanto tiempo en Erfurt, se apoderó de él nuevamente con redoblada
fuerza al ver que los resultados del fanatismo eran considerados
como efecto de la Reforma. Los príncipes papistas declaraban—y
muchos estaban dispuestos a dar crédito al aserto—que la rebelión
era fruto legítimo de las doctrinas de Lutero. A pesar de que estos
cargos carecían del más leve fundamento, no pudieron menos que
causar honda pena al reformador. Parecíale insoportable que se
deshonrase así la causa de la verdad identificándola con tan grosero
fanatismo. Por otra parte, los jefes de la revuelta odiaban a Lutero
no solo porque se había opuesto a sus doctrinas y se había negado a
reconocerles autorización divina, sino porque los había declarado
rebeldes ante las autoridades civiles. En venganza le llamaban vil
impostor. Parecía haberse atraído la enemistad tanto de los príncipes
como del pueblo.
Los romanistas se regocijaban y esperaban ver pronto la ruina
de la Reforma. Hasta culpaban a Lutero de los mismos errores que
él mismo se afanara tanto en corregir. El partido de los fanáticos, de-
clarando falsamente haber sido tratado con injusticia, logró ganar la
simpatía de mucha gente, y, como sucede con frecuencia con los que
se inclinan del lado del error, fueron pronto aquellos considerados
como mártires. De esta manera los que desplegaran toda su energía
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en oposición a la Reforma fueron compadecidos y admirados como
víctimas de la crueldad y de la opresión. Esta era la obra de Satanás,
y la impulsaba el mismo espíritu de rebelión que se manifestó por
primera vez en los cielos.
Satanás procura constantemente engañar a los hombres y les
hace llamar pecado a lo que es bueno, y bueno a lo que es pecado.