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              El Conflicto de los Siglos
            
            
              esperanza hacia lo porvenir y veían ya a Francia ganada para el
            
            
              evangelio.
            
            
              Pero sus esperanzas no iban a realizarse. Pruebas y persecuciones
            
            
              aguardaban a los discípulos de Cristo, si bien la misericordia divina
            
            
              se las ocultaba, pues hubo un período de paz muy oportuno para
            
            
              permitirles acopiar fuerzas para hacer frente a las tempestades, y la
            
            
              Reforma se extendió con rapidez. El obispo de Meaux trabajó con
            
            
              empeño en su propia diócesis para instruir tanto a los sacerdotes
            
            
              como al pueblo. Los curas inmorales e ignorantes fueron removidos
            
            
              de sus puestos, y en cuanto fue posible, se los reemplazó por hombres
            
            
              instruidos y piadosos. El obispo se afanaba porque su pueblo tuviera
            
            
              libre acceso a la Palabra de Dios y esto pronto se verificó. Lefevre
            
            
              se encargó de traducir el Nuevo Testamento y al mismo tiempo que
            
            
              la Biblia alemana de Lutero salía de la imprenta en Wittenberg,
            
            
              el Nuevo Testamento francés se publicaba en Meaux. El obispo
            
            
              no omitió esfuerzo ni gasto alguno para hacerlo circular entre sus
            
            
              feligreses, y muy pronto el pueblo de Meaux se vio en posesión de
            
            
              las Santas Escrituras.
            
            
              Así como los viajeros que son atormentados por la sed se regoci-
            
            
              jan al llegar a un manantial de agua pura, así recibieron estas almas
            
            
              el mensaje del cielo. Los trabajadores del campo y los artesanos
            
            
              en el taller, amenizaban sus trabajos de cada día hablando de las
            
            
              preciosas verdades de la Biblia. De noche, en lugar de reunirse en
            
            
              los despachos de vinos, se congregaban unos en casas de otros para
            
            
              leer la Palabra de Dios y unir sus oraciones y alabanzas. Pronto se
            
            
              notó un cambio muy notable en todas estas comunidades. Aunque
            
            
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              formadas de gente de la clase humilde, dedicada al rudo trabajo y
            
            
              carente de instrucción, se veía en ella el poder de la Reforma, y en la
            
            
              vida de todos se notaba el efecto de la gracia divina que dignifica y
            
            
              eleva. Mansos, amantes y fieles, resultaban ser como un testimonio
            
            
              vivo de lo que el evangelio puede efectuar en aquellos que lo reciben
            
            
              con sinceridad de corazón.
            
            
              La luz derramada en Meaux iba a extenderse más lejos. Cada día
            
            
              aumentaba el número de los convertidos. El rey contuvo por algún
            
            
              tiempo la ira del clero, porque despreciaba el estrecho fanatismo
            
            
              de los frailes; pero al fin, los jefes papales lograron prevalecer.
            
            
              Se levantó la hoguera. Al obispo de Meaux le obligaron a elegir
            
            
              entre ella y la retractación, y optó por el camino más fácil; pero a