Página 212 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
cristianos protestantes, y las cosas estaban arregladas de modo que
cuando se encendieran aquellas al acercarse el rey, debía detenerse la
procesión para presenciar la ejecución” (Wylie, lib. 13, cap. 21). Los
detalles de los tormentos que sufrieron estos confesores de Cristo,
no son para descritos; pero no hubo desfallecimiento en las víctimas.
Al ser instado uno de esos hombres para que se retractase, dijo: “Yo
solo creo en lo que los profetas y apóstoles predicaron en los tiempos
antiguos, y en lo que la comunión de los santos ha creído. Mi fe
confía de tal manera en Dios que puedo resistir a todos los poderes
del infierno” (D’Aubigné,
Histoire de la Réformation au temps de
Calvin
, lib. 4, cap. 12).
La procesión se detenía cada vez frente a los sitios de tormento.
Al volver al lugar de donde había partido, el palacio real, se dispersó
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la muchedumbre y se retiraron el rey y los prelados, satisfechos de
los autos de aquel día y congratulándose entre sí porque la obra así
comenzada se proseguiría hasta lograrse la completa destrucción de
la herejía.
El evangelio de paz que Francia había rechazado iba a ser arran-
cado de raíz, lo que acarrearía terribles consecuencias. El 21 de enero
de 1793, es decir, a los doscientos cincuenta y ocho años cabales,
contados desde aquel día en que Francia entera se comprometiera
a perseguir a los reformadores, otra procesión, organizada con un
fin muy diferente, atravesaba las calles de París. “Nuevamente era el
rey la figura principal; otra vez veíase el mismo tumulto y oíase la
misma gritería; pedíanse de nuevo más víctimas; volviéronse a erigir
negros cadalsos, y nuevamente las escenas del día se clausuraron con
espantosas ejecuciones; Luis XVI fue arrastrado a la guillotina, for-
cejeando con sus carceleros y verdugos que lo sujetaron fuertemente
en la temible máquina hasta que cayó sobre su cuello la cuchilla y
separó de sus hombros la cabeza que rodó sobre los tablones del
cadalso” (Wylie, lib. 13, cap. 21). Y no fue él la única víctima; allí
cerca del mismo sitio perecieron decapitados por la guillotina dos
mil ochocientos seres humanos, durante el sangriento reinado del
terror.
La Reforma había presentado al mundo una Biblia abierta, había
desatado los sellos de los preceptos de Dios, e invitado al pueblo
a cumplir sus mandatos. El amor infinito había presentado a los
hombres con toda claridad los principios y los estatutos del cielo.