Página 215 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La reforma en Francia
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es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que
los hombres”.
Zacarías 4:6
;
1 Corintios 1:27, 25 (VM)
.
Fromento principió su obra como maestro de escuela. Las ver-
dades que inculcaba a los niños en la escuela, ellos las repetían en
sus hogares. No tardaron los padres en acudir a escuchar la explica-
ción de la Biblia, hasta que la sala de la escuela se llenó de atentos
oyentes. Se distribuyeron gratis folletos y Nuevos Testamentos que
alcanzaron a muchos que no se atrevían a venir públicamente a oír
las nuevas doctrinas. Después de algún tiempo también este sembra-
dor tuvo que huir; pero las verdades que había propagado quedaron
grabadas en la mente del pueblo. La Reforma se había establecido
e iba a desarrollarse y fortalecerse. Volvieron los predicadores, y
merced a sus trabajos, el culto protestante se arraigó finalmente en
Ginebra.
La ciudad se había declarado ya partidaria de la Reforma cuando
Calvino, después de varios trabajos y vicisitudes, penetró en ella.
Volvía de su última visita a su tierra natal y dirigíase a Basilea,
cuando hallando el camino invadido por las tropas de Carlos V, tuvo
que hacer un rodeo y pasar por Ginebra.
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En esta visita reconoció Farel la mano de Dios. Aunque Gine-
bra había aceptado ya la fe reformada, quedaba aún una gran obra
por hacer. Los hombres se convierten a Dios por individuos y no
por comunidades; la obra de regeneración debe ser realizada en el
corazón y en la conciencia por el poder del Espíritu Santo, y no por
decretos de concilios. Si bien el pueblo ginebrino había desechado
el yugo de Roma, no por eso estaba dispuesto a renunciar también
a los vicios que florecieran en su seno bajo el dominio de aquella.
Y no era obra de poca monta la de implantar entre aquel pueblo
los principios puros del evangelio, y prepararlo para que ocupara
dignamente el puesto a que la Providencia parecía llamarle.
Farel estaba seguro de haber hallado en Calvino a uno que po-
dría unírsele en esta empresa. En el nombre de Dios rogó al joven
evangelista que se quedase allí a trabajar. Calvino retrocedió alar-
mado. Era tímido y amigo de la paz, y quería evitar el trato con el
espíritu atrevido, independiente y hasta violento de los ginebrinos.
Por otra parte, su poca salud y su afición al estudio le inclinaban
al retraimiento. Creyendo que con su pluma podría servir mejor a
la causa de la Reforma, deseaba encontrar un sitio tranquilo donde