Página 221 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El despertar de España
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sublevarse para conservar sus antiguas libertades. Solo a duras pe-
nas logró sofocarse la insurrección (1521)” (
The New International
Encyclopaedia
, ed. de 1904, art. “Carlos Quinto”). La política de
este soberano consistía, como había consistido la de su abuelo Fer-
nando, en oponerse al espíritu de toda una época, considerando tanto
las almas como los cuerpos de las muchedumbres como propiedad
personal de un individuo (Motley, Introducción, X). Como lo ha di-
cho un historiador: “El soberbio imperio de Carlos Quinto levantóse
sobre la tumba de la libertad” (
ibíd
., Prefacio).
A pesar de tan extraordinarios esfuerzos para despojar a los
hombres de sus libertades civiles y religiosas, y hasta de la del
pensamiento, “el ardor del entusiasmo religioso, unido al instinto
profundo de la libertad civil” (
ibíd
., XI), indujo a muchos hombres
y mujeres piadosos a aferrarse tenazmente a las enseñanzas de la
Biblia y a sostener el derecho que tenían de adorar a Dios según los
dictados de su conciencia. De aquí que por España se propagase un
movimiento análogo al de la revolución religiosa que se desarrollaba
en otros países. Al paso que los descubrimientos que se realizaban en
un mundo nuevo prometían al soldado y al mercader territorios sin
límites y riquezas fabulosas, muchos miembros de entre las familias
más nobles fijaron resueltamente sus miradas en las conquistas más
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vastas y riquezas más duraderas del evangelio. Las enseñanzas de las
Sagradas Escrituras estaban abriéndose paso silenciosamente en los
corazones de hombres como el erudito Alfonso de Valdés, secretario
de Carlos Quinto; su hermano, Juan de Valdés, secretario del virrey
de Nápoles; y el elocuente Constantino Ponce de la Fuente, capellán
y confesor de Carlos Quinto, de quien Felipe II dijo que era “muy
gran filósofo y profundo teólogo y de los más señalados hombres
en el púlpito y elocuencia que ha habido de tiempos acá”
Más
allá aún fue la influencia de las Sagradas Escrituras al penetrar en
el rico monasterio de San Isidro del Campo, donde casi todos los
monjes recibieron gozosos la Palabra de Dios cual antorcha para sus
pies y luz sobre su camino. Hasta el arzobispo Carranza, después de
haber sido elevado a la primacía, se vio obligado durante cerca de
J. Cristóbal Calvete de Estrella,
El felicísimo viaje del príncipe D. Felipe [...] desde
España a sus tierras de la Baja Alemania
, obra citada por M’Crie, en
The Reformation in
Spain
, cap. 7, párr. 19 (ed. de 1856, Edimburgo).