Página 222 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

218
El Conflicto de los Siglos
veinte años a batallar en defensa de su vida entre los muros de la
Inquisición, porque abogaba por las doctrinas de la Biblia
Ya en 1519 empezaron a aparecer, en forma de pequeños folle-
tos en latín, los escritos de los reformadores de otros países, a los
que siguieron, meses después, obras de mayor aliento, escritas casi
todas en castellano. En ellas se ponderaba la Biblia como piedra de
toque que debía servir para probar cualquier doctrina, se exponía
sabiamente la necesidad que había de reformas, y se explicaban con
[223]
claridad las grandes verdades relativas a la justificación por la fe y a
la libertad mediante el evangelio.
“La primera, la más noble, la más sublime de todas las obras—
enseñaban los reformadores—es la fe en Jesucristo. De esta obra
deben proceder todas las obras”. “Un cristiano que tiene fe en Dios
lo hace todo con libertad y con gozo; mientras que el hombre que no
está con Dios vive lleno de cuidados y sujeto siempre a servidumbre.
Este se pregunta a sí mismo con angustia, cuántas obras buenas
tendrá que hacer; corre acá y acullá; pregunta a este y a aquel; no
encuentra la paz en parte alguna, y todo lo ejecuta con disgusto y con
temor”. “La fe viene únicamente de Jesucristo, y nos es prometida y
dada gratuitamente. ¡Oh hombre! represéntate a Cristo, y considera
cómo Dios te muestra en él su misericordia, sin ningún mérito de tu
parte. Saca de esta imagen de su gracia la fe y la certidumbre de que
todos tus pecados te están perdonados: esto no lo pueden producir
las obras. De la sangre, de las llagas, de la misma muerte de Cristo
es de donde mana esa fe que brota en el corazón”
Por mandato de Felipe 11, el arzobispo Carranza pasó “muchos años leyendo libros
heréticos”, con el objeto de refutarlos. A esta influencia atribuyen los historiadores el
que, de implacable enemigo del protestantismo, se convirtiera en secreto sostenedor
de él. Acusado de herejía fue encarcelado por la Inquisición en España; mas, como
primado, hizo “recusación de todos los arzobispos y obispos de” España “para sus jueces”.
Como apelara al papa, fue transferido a Roma, donde, después de haber sido encarcelado
durante muchos años, se le sentenció finalmente a un nuevo término de encarcelamiento
en un convento de los dominicos, por haber “bebido prava doctrina de muchos herejes
condenados, como de Lutero, Ecolampadio, Melanchton y otros” (De Castro y Rossi,
Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II
, pp. 223, 231).
Véase una relación detallada de las enseñanzas y del largo juicio de Carranza, en la obra
de C. A. Wilkens titulada
Spanish Protestants in the Sixteenth Century
, cap. 15.
D’Aubigné,
Histoire de la Réformation du seizième siècle
, lib. 6, cap. 2. Este len-
guaje es muy semejante al que empleó el arzobispo Carranza, quien dijo en su Catecismo