Página 231 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

El despertar de España
227
Valero, reconociendo la causa del fracaso del Dr. Egidio, le aconsejó
“estudiara día y noche los preceptos y doctrinas de la Biblia; y la
frialdad impotente con que había solido predicar fue sustituida con
poderosos llamamientos a la conciencia y tiernas pláticas dirigidas a
los corazones de sus oyentes. Despertóse la atención de estos, que
llegaron a la íntima convicción de la necesidad y ventaja de aquella
salvación revelada por el evangelio; de este modo los oyentes fueron
preparados para recibir las nuevas doctrinas de la verdad que les
presentara el predicador, tales cuales a él mismo le eran reveladas, y
con la precaución que parecía aconsejar y requerir tanto la debilidad
del pueblo como la peligrosa situación del predicador”.
“De este modo y debido a un celo [...] atemperado con prudencia,
[...] cúpole la honra no solo de ganar convertidos a Cristo, sino de
educar mártires para la verdad. ‘Entre las demás dotes celestiales de
aquel santo varón,’ decía uno de sus discípulos
‘era verdaderamente
de admirar el que a todos aquellos cuya instrucción religiosa tomaba
sobre sí, parecía que en su misma doctrina, les aplicaba al alma
una tea de un fuego santo, inflamándolos con ella para todos los
ejercicios piadosos, así internos como externos, y encendiéndolos
particularmente para sufrir y aun amar la cruz que les amenazaba:
en esto solo, en los iluminados con la luz divina, daba a conocer que
le asistía Cristo en su ministerio, puesto que, en virtud de su Espíritu
grababa en los corazones de los suyos las mismas palabras que el
con su boca pronunciaba’” (M’Crie, cap. 4).
[232]
El Dr. Egidio contaba entre sus convertidos al Dr. Vargas como
también al Dr. Constantino Ponce de la Fuente, hombre de talento
poco común, que había predicado durante muchos años en la catedral
de Sevilla, y a quien en 1539, con motivo de la muerte de la empera-
triz, se había elegido para pronunciar la oración fúnebre. En 1548 el
Dr. Constantino acompañó, por mandato real, al príncipe Felipe a
los Países Bajos “para hacer ver a los flamencos que no le faltaban a
España sabios y oradores corteses” (Geddes,
Miscellaneous Tracts
1:556
); y de regreso a Sevilla predicaba regularmente en la catedral
cada dos domingos. “Cuando el tenía que predicar (y predicaba por
lo común a las ocho) era tanta la concurrencia del pueblo, que a
Reinaldo Gonzales de Montes (Reginaldo Montallo),
Artes de la Inquisición españo-
la
, ed. castellana, Madrid, 1851, págs 252, 253, 281-285, 292-303; ed. latinas, Heidelberg,
1567, y Madrid, 1857, págs 231, 250-259, 265-274.