Página 235 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El despertar de España
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La desaparición de estos creyentes, muchos de los cuales se
habían destacado en la vida política y religiosa, había despertado,
desde hacía mucho tiempo, las sospechas de la Inquisición y an-
dando el tiempo, algunos de los ausentes fueron descubiertos en el
extranjero, desde donde se afanaban por fomentar la causa protes-
tante en España. Esto indujo a creer que había muchos protestantes
en España. Sin embargo los creyentes habían sido tan discretos, que
ninguno de los familiares de la Inquisición podía ni siquiera fijar el
paradero de ellos.
Fue entonces cuando una serie de circunstancias llevó al descu-
brimiento de los centros del movimiento en España, y de muchos
creyentes. En 1556 Juan Pérez, que vivía a la sazón en Ginebra,
terminó su versión castellana del Nuevo Testamento. Esta edición,
junto con ejemplares del catecismo español que preparó el año si-
guiente y con una traducción de los Salmos, deseaba mandarla a
España, pero durante algún tiempo le fué imposible encontrar a
nadie que estuviese dispuesto a acometer tan arriesgada empresa.
Finalmente, Julián Hernández, el fiel colportor, se ofreció a hacer la
prueba. Colocando los libros dentro de dos grandes barriles, logró
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burlar los esbirros de la Inquisición y llegó a Sevilla, desde donde se
distribuyeron rápidamente los preciosos volúmenes. Esta edición del
Nuevo Testamento fue la primera versión protestante que alcanzara
circulación bastante grande en España
“Durante su viaje, Hernández había dado un ejemplar del Nuevo
Testamento a un herrero en Flandes. El herrero enseñó el libro a un
cura que obtuvo del donante una descripción de la persona que se lo
había dado a él, y la transmitió inmediatamente a los inquisidores
de España. Merced a estas señas, los esbirros inquisitoriales “le
acecharon a su regreso y le prendieron cerca de la ciudad de Palma”.
Le volvieron a conducir a Sevilla, y le encerraron entre los muros
de la Inquisición, donde durante más de dos años se hizo cuanto
La versión castellana de Francisco de Encinas, publicada en Amberes en 1543,
solo tuvo limitada circulación, pues gran parte de la edición fue confiscada. En cuanto
a Encinas, fue encerrado en una cárcel en Bruselas por haberse atrevido a proporcionar
a sus compatriotas ejemplares del Nuevo Testamento en su propio idioma. “Después de
haber estado encerrado quince meses, un día se encontró con las puertas de su prisión
abiertas, y saliendo, sin que nadie se opusiera a ello en lo más mínimo, escapó de Bruselas
y llegó sano y salvo a Wittenberg” (M’Crie cap. 5).