Página 255 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La verdad progresa en Inglaterra
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do como fiel soldado del Señor hasta que Escocia quedó libre del
papado.
En Inglaterra el establecimiento del protestantismo como reli-
gión nacional, hizo menguar la persecución, pero no la hizo cesar por
completo. Aunque muchas de las doctrinas de Roma fueron suprimi-
das, se conservaron muchas de sus formas de culto. La supremacía
del papa fue rechazada, pero en su lugar se puso al monarca como
cabeza de la iglesia. Mucho distaban aún los servicios de la iglesia
de la pureza y sencillez del evangelio. El gran principio de la libertad
religiosa no era aún entendido. Si bien es verdad que pocas veces
apelaron los gobernantes protestantes a las horribles crueldades de
que se valía Roma contra los herejes, no se reconocía el derecho
que tiene todo hombre de adorar a Dios según los dictados de su
conciencia. Se exigía de todos que aceptaran las doctrinas y obser-
varan las formas de culto prescritas por la iglesia establecida. Aún
se siguió persiguiendo a los disidentes por centenares de años con
mayor o menor encarnizamiento.
En el siglo XVII millares de pastores fueron depuestos de sus
cargos. Se le prohibió al pueblo so pena de fuertes multas, prisión y
destierro, que asistiera a cualesquiera reuniones religiosas que no
fueran las sancionadas por la iglesia. Los que no pudieron dejar
de reunirse para adorar a Dios, tuvieron que hacerlo en callejones
oscuros, en sombrías buhardillas y, en estaciones propicias, en los
bosques a medianoche. En la protectora espesura de la floresta, como
en templo hecho por Dios mismo, aquellos esparcidos y perseguidos
hijos del Señor, se reunían para derramar sus almas en plegarias y
alabanzas. Pero a despecho de todas estas precauciones muchos su-
frieron por su fe. Las cárceles rebosaban. Las familias eran divididas.
Muchos fueron desterrados a tierras extrañas. Sin embargo, Dios
estaba con su pueblo y la persecución no podía acallar su testimonio.
Muchos cruzaron el océano y se establecieron en Norteamérica, don-
de echaron los cimientos de la libertad civil y religiosa que fueron
baluarte y gloria de los Estados Unidos.
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Otra vez, como en los tiempos apostólicos, la persecución contri-
buyó al progreso del evangelio. En una asquerosa mazmorra atestada
de reos y libertinos, John Bunyan respiró el verdadero ambiente del
cielo y escribió su maravillosa alegoría del viaje del peregrino de
la ciudad de destrucción a la ciudad celestial. Por más de doscien-