Página 273 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La Biblia y la Revolución Francesa
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en la Edad Media, sino en el siglo brillante de Luis XIV, en que se
cultivaba la ciencia y florecían las letras; cuando los teólogos de
la corte y de la capital eran hombres instruidos y elocuentes y que
afectaban poseer las gracias de la mansedumbre y del amor” (
ibíd
.,
cap. 7).
Pero lo más inicuo que se registra en el lóbrego catálogo de los
crímenes, el más horrible de los actos diabólicos de aquella sucesión
de siglos espantosos, fue la “matanza de San Bartolomé”. Todavía se
estremece horrorizado el mundo al recordar las escenas de aquella
carnicería, la más vil y alevosa que se registra. El rey de Francia
instado por los sacerdotes y prelados de Roma sancionó tan espan-
toso crimen. El tañido de una campana, resonando a medianoche,
dio la señal del degüello. Millares de protestantes que dormían tran-
quilamente en sus casas, confiando en la palabra que les había dado
el rey, asegurándoles protección, fueron arrastrados a la calle sin
previo aviso y asesinados a sangre fría.
Así como Cristo era el jefe invisible de su pueblo cuando salió
de la esclavitud de Egipto, así lo fue Satanás de sus súbditos cuan-
do acometieron la horrenda tarea de multiplicar el número de los
mártires. La matanza continuó en París por siete días, con una furia
indescriptible durante los tres primeros. Y no se limitó a la ciudad,
sino que por decreto especial del rey se hizo extensiva a todas las
provincias y pueblos donde había protestantes. No se respetaba edad
ni sexo. No escapaba el inocente niño ni el anciano de canas. Nobles
y campesinos, viejos y jóvenes, madres y niños, sucumbían juntos.
La matanza siguió en Francia por espacio de dos meses. Perecieron
en ella setenta mil personas de la flor y nata de la nación.
“Cuando la noticia de la matanza llegó a Roma, el regocijo del
clero no tuvo límites. El cardenal de Lorena premió al mensajero con
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mil duros; el cañón de San Angelo tronó en alegres salvas; se oyeron
las campanas de todas las torres; innumerables fogatas convirtieron
la noche en día; y Gregorio XIII acompañado de los cardenales y
otros dignatarios eclesiásticos, se encaminó en larga procesión hacia
la iglesia de San Luis, donde el cardenal de Lorena cantó el
Te Deum
[...]. Se acuñó una medalla para conmemorar la matanza, y aun
pueden verse en el Vaticano tres frescos de Vasari, representando
la agresión contra el almirante, al rey en el concilio maquínando la
matanza, y la matanza misma. Gregorio envió a Carlos la Rosa de