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El Conflicto de los Siglos
permitió al que se deleita en los sufrimientos de la humanidad que
hiciese su voluntad. Los que habían preferido servir a la rebelión
cosecharon los frutos de ella hasta que la tierra se llenó de crímenes
tan horribles que la pluma se resiste a describirlos. De las provincias
asoladas y de las ciudades arruinadas, levantábase un clamor terrible
de desesperación, de angustia indescriptible. Francia se estremecía
como sacudida por un terremoto. La religión, la ley, la sociedad, el
orden; la familia, el estado y la iglesia, todo lo abatía la mano impía
que se levantara contra la ley de Dios. Bien dijo el sabio: “Por su
misma maldad caerá el hombre malo”. “Pero aunque el pecador haga
mal cien veces, y con todo se le prolonguen los días, sin embargo
yo ciertamente sé que les irá bien a los que temen a Dios, por lo
mismo que temen delante de él. Al hombre malo empero no le irá
bien”. “Por cuanto aborrecieron la ciencia, y no escogieron el temor
de Jehová; [...] por tanto comerán del fruto de su mismo camino, y
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se hartarán de sus propios consejos”.
Proverbios 11:5
;
Eclesiastés
8:12, 13
;
Proverbios 1:29, 31 (VM)
.
No iban a permanecer mucho tiempo en silencio los fieles tes-
tigos de Dios que habían sucumbido bajo el poder blasfemo “que
sube del abismo”. “Después de los tres días y medio, el espíritu
de vida, venido de Dios, entró en ellos, y se levantaron sobre sus
pies: y cayó gran temor sobre los que lo vieron”.
Apocalipsis 11:11
(VM)
. En 1793 había promulgado la Asamblea francesa los decretos
que abolían la religión cristiana y desechaban la Biblia. Tres años y
medio después, este mismo cuerpo legislativo adoptó una resolución
que rescindía esos decretos y concedía tolerancia a las Sagradas
Escrituras. El mundo contemplaba estupefacto los terribles resulta-
dos que se había obtenido al despreciar los Oráculos Sagrados y los
hombres reconocían que la fe en Dios y en su Palabra son la base
de la virtud y de la moralidad. Dice el Señor: “¿A quién injuriaste y
a quién blasfemaste? ¿contra quién has alzado tu voz, y levantado
tus ojos en alto? Contra el Santo de Israel”. “Por tanto, he aquí, les
enseñaré de esta vez, enseñarles he mi mano y mi fortaleza, y sabrán
que mi nombre es Jehová”.
Isaías 37:23
;
Jeremías 16:21
.
Hablando de los dos testigos, el profeta dice además: “Y oyeron
una grande voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al
cielo en una nube, y sus enemigos los vieron”.
Apocalipsis 11:12
.
Desde que Francia les declarara la guerra, estos dos testigos de