Página 294 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
Roger Williams era respetado y querido como ministro fiel, como
hombre de raras dotes, de intachable integridad y sincera benevolen-
cia. Sin embargo, su actitud resuelta al negar que los magistrados
civiles tuviesen autoridad sobre la iglesia y al exigir libertad religio-
sa, no podía ser tolerada. Se creía que la aplicación de semejante
nueva doctrina, “alteraría el fundamento del estado y el gobierno
del país” (
ibíd
.). Le sentenciaron a ser desterrado de las colonias y
finalmente, para evitar que le arrestasen, se vio en la necesidad de
huir en medio de los rigores de un crudo invierno, y se refugió en
las selvas vírgenes.
“Durante catorce semanas—cuenta él—, anduve vagando en
medio de la inclemencia del invierno, careciendo en absoluto de pan
y de cama”. Pero “los cuervos me alimentaron en el desierto”, y
el hueco de un árbol le servía frecuentemente de albergue.
Martyn
5:349, 350
. Así prosiguió su penosa huida por entre la nieve y los
bosques casi inaccesibles, hasta que encontró refugio en una tribu
de indios cuya confianza y afecto se había ganado esforzándose por
darles a conocer las verdades del evangelio.
Después de varios meses de vida errante llegó al fin a orillas de la
bahía de Narragansett, donde echó los cimientos del primer estado de
los tiempos modernos que reconoció en el pleno sentido de la palabra
los derechos de la libertad religiosa. El principio fundamental de
la colonia de Roger Williams, era “que cada hombre debía tener
libertad para adorar a Dios según el dictado de su propia conciencia”.
Ibíd., 354
. Su pequeño estado, Rhode Island, vino a ser un lugar de
refugio para los oprimidos, y siguió creciendo y prosperando hasta
que su principio fundamental—la libertad civil y religiosa—llegó
a ser la piedra angular de la república americana de los Estados
Unidos.
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En el antiguo documento que nuestros antepasados expidieron
como su carta de derechos—la Declaración de Independencia—
declaraban lo siguiente: “Sostenemos como evidentes estas verda-
des, a saber, que todos los hombres han sido creados iguales, que han
sido investidos por su Creador con ciertos derechos inalienables; que
entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Y
la Constitución garantiza en los términos más explícitos, la invio-
labilidad de la conciencia: “No se exigirá examen alguno religioso
como calificación para obtener un puesto público de confianza en