Página 307 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Heraldos de una nueva era
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artificial, la cual vista de las casas vecinas u otros lugares distantes
parecía pasar por una oscuridad como la de Egipto, casi impenetrable
para sus rayos” (Isaiah Thomas,
Massachusetts Spy; or American
Oracle of Liberty
, 25 de mayo, 1780, tomo 9, n
o
472). Un testigo
ocular de la escena dice: “No pude sustraerme, en aquel momento, a
la idea de que si todos los cuerpos luminosos del universo hubiesen
quedado envueltos en impenetrable oscuridad, o hubiesen dejado de
existir, las tinieblas no habrían podido ser más intensas” (Carta del
Dr. S. Tenney, de Exeter, N. H., diciembre de 1785,
Massachusetts
Historical Society Collections
, 1792, serie 1, tomo 1, p. 97). Aun-
que la luna llegó aquella noche a su plenitud, “no logró en lo más
mínimo disipar las sombras sepulcrales”. Después de media noche
desapareció la oscuridad, y cuando la luna volvió a verse, parecía de
sangre.
El 19 de mayo de 1780 figura en la historia como “el día oscu-
ro”. Desde el tiempo de Moisés, no se ha registrado jamás período
alguno de oscuridad tan densa y de igual extensión y duración. La
descripción de este acontecimiento que han hecho los historiadores
no es más que un eco de las palabras del Señor, expresadas por el
profeta Joel, dos mil quinientos años antes de su cumplimiento: “El
sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que venga el
día grande y espantoso de Jehová”.
Joel 2:31
.
Cristo había mandado a sus discípulos que se fijasen en las
señales de su advenimiento, y que se alegrasen cuando viesen las
pruebas de que se acercaba. “Cuando estas cosas comenzaren a
hacerse—dijo—, mirad, y levantad vuestras cabezas, por que vuestra
redención está cerca”. Llamó la atención de sus discípulos a los
árboles a punto de brotar en primavera, y dijo: “Cuando ya brotan,
viéndolo, de vosotros mismos entendéis que el verano está cerca.
Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, entended
que está cerca el reino de Dios”.
Lucas 21:28, 30, 31
.
Pero a medida que el espíritu de humildad y piedad fue reempla-
zado en la iglesia por el orgullo y formalismo, se enfriaron el amor
a Cristo y la fe en su venida. Absorbido por la mundanalidad y la
búsqueda de placeres, el profeso pueblo de Dios fue quedando ciego
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y no vio las instrucciones del Señor referentes a las señales de su
venida. La doctrina del segundo advenimiento había sido descui-
dada; los pasajes de las Sagradas Escrituras que a ella se refieren