Página 331 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Una profecía significativa
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estrellas errantes o fugaces, [...] que es el único sentido verdadero y
literal”.
Así se realizó la última de las señales de su venida acerca de
las cuales Jesús había dicho a sus discípulos: “Cuando viereis todas
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estas cosas,
sabed
que está cercano, a las puertas”.
Mateo 24:33
. Des-
pués de estas señales, Juan vio que el gran acontecimiento que debía
seguir consistía en que el cielo desaparecía como un libro cuando es
enrrollado, mientras que la tierra era sacudida, las montañas y las
islas eran movidas de sus lugares, y los impíos, aterrorizados, trata-
ban de esconderse de la presencia del Hijo del hombre.
Apocalipsis
6:12-17
.
Muchos de los que presenciaron la caída de las estrellas la con-
sideraron como un anunció del juicio venidero, “como un signo
precursor espantoso, un presagio misericordioso, de aquel gran-
de y terrible día” (“The Old Countryman”,
Evening Advertiser
de
Portland, 26 de noviembre de 1833). Así fue dirigida la atención
del pueblo hacia el cumplimiento de la profecía, y muchos fueron
inducidos a hacer caso del aviso del segundo advenimiento.
En 1840 otro notable cumplimiento de la profecía despertó in-
terés general. Dos años antes, Josías Litch, uno de los principales
ministros que predicaban el segundo advenimiento, publicó una
explicación del capítulo noveno del Apocalipsis, que predecía la
caída del imperio otomano. Según sus cálculos esa potencia sería
derribada “en el año 1840 d. C., durante el mes de agosto”; y pocos
días antes de su cumplimiento escribió: “Admitiendo que el primer
período de 150 años se haya cumplido exactamente antes de que
Deacozes subiera al trono con permiso de los turcos, y que los 391
años y quince días comenzaran al terminar el primer período, ter-
minarán el 11 de agosto de I 840, día en que puede anticiparse que
el poder otomano en Constantinopla será quebrantado. Y esto es lo
que creo que va a confirmarse” (J. Litch, en
Signs of the Times, and
Expositor of Prophecy
, 1 de agosto de 1840).
En la fecha misma que había sido especificada, Turquía aceptó,
por medio de sus embajadores, la protección de las potencias aliadas
de Europa, y se puso así bajo la tutela de las naciones cristianas. El
acontecimiento cumplió exactamente la predicción (véase el Apén-
dice). Cuando esto se llegó a saber, multitudes se convencieron de
que los principios de interpretación profética adoptados por Miller y