Página 34 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
el quebranto de la hija de mi pueblo!”
Isaías 49:15
;
Lamentaciones
4:10 (VM)
.
Una vez más se cumplía la profecía pronunciada catorce siglos
antes, y que dice: “La mujer tierna y delicada en medio de ti, que
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nunca probó a asentar en tierra la planta de su pie, de pura delicadeza
y ternura, su ojo será avariento para con el marido de su seno, y
para con su hijo y su hija, así respecto de su niño recién nacido
como respecto de sus demás hijos que hubiere parido; porque ella
sola los comerá ocultamente en la falta de todo, en la premura y
en la estrechez con que te estrecharán tus enemigos dentro de tus
ciudades”.
Deuteronomio 28:56, 57 (VM)
.
Los jefes romanos procuraron aterrorizar a los judíos para que
se rindiesen. A los que eran apresados resistiendo, los azotaban, los
atormentaban y los crucificaban frente a los muros de la ciudad.
Centenares de ellos eran así ejecutados cada día, y el horrendo
proceder continuó hasta que a lo largo del valle de Josafat y en el
Calvario se erigieron tantas cruces que apenas dejaban espacio para
pasar entre ellas. Así fue castigada aquella temeraria imprecación
que lanzara el pueblo en el tribunal de Pilato, al exclamar: “¡Recaiga
su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!”
Mateo 27:25
(VM)
.
De buen grado hubiera Tito hecho cesar tan terribles escenas y
ahorrado a Jerusalén la plena medida de su condenación. Le horrori-
zaba ver los montones de cadáveres en los valles. Como obsesionado,
miraba desde lo alto del Monte de los Olivos el magnífico templo
y dio la orden de que no se tocara una sola de sus piedras. Antes
de hacer la tentativa de apoderarse de esa fortaleza, dirigió un fer-
voroso llamamiento a los jefes judíos para que no le obligasen a
profanar con sangre el lugar sagrado. Si querían salir a pelear en
cualquier otro sitio, ningún romano violaría la santidad del templo.
Josefo mismo, en elocuentísimo discurso, les rogó que se entrega-
sen, para salvarse a sí mismos, a su ciudad y su lugar de culto. Pero
respondieron a sus palabras con maldiciones, y arrojaron dardos a
su último mediador humano mientras alegaba con ellos. Los judíos
habían rechazado las súplicas del Hijo de Dios, y ahora cualquier
otra instancia o amonestación no podía obtener otro resultado que
inducirlos a resistir hasta el fin. Vanos fueron los esfuerzos de Tito