Página 378 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
así promover sus intereses mundanos. Tratan de cubrir todos sus
procederes injustos con el manto de la religiosidad. Las diversas
comunidades religiosas robustecidas con las riquezas y con la in-
fluencia de esos mundanos bautizados pujan a cual más por mayor
popularidad y patrocinio.
Iglesias magníficas, embellecidas con el más extravagante despil-
farro, se yerguen en las avenidas más ricas y más pobladas. Los fieles
visten con lujo y a la moda. Se pagan grandes sueldos a ministros
elocuentes para que entretengan y atraigan a la gente. Sus sermones
no deben aludir a los pecados populares, sino que deben ser suaves
y agradables como para los oídos de un auditorio elegante. Así los
pecadores del mundo son recibidos en la iglesia, y los pecados de
moda se cubren con un manto de piedad.
Hablando de la actitud actual de los profesos cristianos para con
el mundo, un notable periódico profano dice: “Insensiblemente la
iglesia ha seguido el espíritu del siglo, y ha adaptado sus formas de
culto a las necesidades de la actualidad”. “En verdad, todo cuanto
contribuye a hacer atractiva la religión, la iglesia lo emplea aho-
ra y se vale de ello”. Y un escritor apunta, en el
Independent
de
Nueva York, lo siguiente acerca del metodismo actual: “La línea
de separación entre los piadosos y los irreligiosos desaparece en
una especie de penumbra, y en ambos lados se está trabajando con
empeño para hacer desaparecer toda diferencia entre su modo de
ser y sus placeres”. “La popularidad de la religión tiende en gran
manera a aumentar el número de los que quisieran asegurarse sus
beneficios sin cumplir honradamente con los deberes de ella”.
Howard Crosby dice: “Motivo de hondo pesar es el hecho de
que la iglesia de Cristo esté cumpliendo tan mal los designios del
Señor. Así como los antiguos judíos dejaron que el trato familiar
con las naciones idólatras alejara sus corazones de Dios, [...] así
también ahora la iglesia de Jesús, merced al falso consorcio con
el mundo incrédulo, está abandonando los métodos divinos de su
verdadera vida y doblegándose a las costumbres perniciosas, si bien
a menudo plausibles, de una sociedad anticristiana, valiéndose de
argumentos y llegando a conclusiones ajenas a la revelación de
Dios y directamente opuestas a todo crecimiento en la gracia”.
The
Healthy Christian: An Appeal to the Church, 141, 142
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