Página 379 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Una amonestación rechazada
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En esta marea de mundanalidad y de afán por los placeres, el
espíritu de desprendimiento y de sacrificio personal por el amor de
Cristo ha desaparecido casi completamente. “Algunos de los hom-
bres y mujeres que actúan hoy en esas iglesias aprendieron, cuando
niños, a hacer sacrificios para poder dar o hacer algo por Cristo”.
Pero “ahora si se necesitan fondos, [...] no hay que pedirle nada a
nadie. ¡Oh no! Organícese un bazar, prepárese una representación
de figuras vivas, una escena Jocosa, una comida al estilo antiguo o a
la moderna, cualquier cosa para divertir a la gente”.
El gobernador Washburn, de Wisconsin, declaró en su mensa-
je anual, el 9 de enero de 1873: “Parece necesario dictar una ley
que obligue a cerrar las escuelas donde se forman jugadores. Se las
encuentra por todas partes. Hasta se ven iglesias que (sin saberlo,
indudablemente) hacen a veces la obra del diablo. Los conciertos y
las representaciones de beneficio, así como las rifas, que se hacen, a
veces con fines religiosos o de caridad, pero a menudo con propósi-
tos menos dignos, loterías, premios, etc., no son sino estratagemas
para recaudar dinero sin dar un valor correspondiente. No hay nada
tan desmoralizador y tan embriagador, especialmente para los jóve-
nes, como la adquisición de dinero o de propiedad sin trabajo. Si
personas respetables toman parte en esas empresas de azar y acallan
su conciencia con la reflexión de que el dinero está destinado a un
buen fin, nada de raro tiene que la juventud del estado caiga tan
a menudo en los hábitos que con casi toda seguridad engendra la
afición a los juegos de azar”.
El espíritu de conformidad con el mundo está invadiendo las
iglesias por toda la cristiandad. Robert Atkins, en un sermón predi-
cado en Londres, pinta un cuadro sombrío del decaimiento espiritual
que predomina en Inglaterra: “Los hombres verdaderamente justos
están desapareciendo de la tierra, sin que a nadie se le importe algo.
Los que hoy profesan religiosidad, en todas las iglesias, aman al
mundo, se conforman con él, gustan de las comodidades terrenales
y aspiran a los honores. Están llamados a sufrir con Cristo, pero
retroceden ante el simple oprobio [...]. ¡Apostasía, apostasía, apos-
tasía! es lo que está grabado en el frontis mismo de cada iglesia; y
si lo supiesen o sintiesen, habría esperanza; pero ¡ay! lo que se oye
decir, es: Rico soy, y estoy lleno de bienes, y nada me falta” (
Second
Advent Library
, folleto n
o
39).