Página 51 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Una era de tinieblas espirituales
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Bien sabía Satanás que las Sagradas Escrituras capacitarían a
los hombres para discernir los engaños de él y para oponerse a
su poder. Por medio de la Palabra fue como el mismo Salvador
del mundo resistió los ataques del tentador. A cada asalto suyo,
Cristo presentaba el escudo de la verdad eterna diciendo: “Escrito
está” A cada sugestión del adversario oponía él la sabiduría y el
poder de la Palabra. Para mantener su poder sobre los hombres y
establecer la autoridad del usurpador papal, Satanás necesita que
ellos ignoren las Santas Escrituras. La Biblia ensalza a Dios y coloca
a los hombres, seres finitos, en su verdadero sitio; por consiguiente
hay que esconder y suprimir sus verdades sagradas. Esta fue la lógica
que adoptó la iglesia romana. Por centenares de años fue prohibida
la circulación de la Biblia. No se permitía a la gente que la leyese ni
que la tuviese en sus casas, y sacerdotes y prelados sin principios
interpretaban las enseñanzas de ella para sostener sus pretensiones.
Así fue como el papa vino a ser reconocido casi universalmente
como vicegerente de Dios en la tierra, dotado de autoridad sobre la
iglesia y el estado.
Una vez suprimido lo que descubría el error, Satanás hizo lo que
quiso. La profecía había declarado que el papado pensaría “mudar
los tiempos y la ley”.
Daniel 7:25
. No tardó en iniciar esta obra.
Para dar a los convertidos del paganismo algo que equivaliera al
culto de los ídolos y para animarles a que aceptaran nominalmente
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el cristianismo, se introdujo gradualmente en el culto cristiano la
adoración de imágenes y de reliquias. Este sistema de idolatría fue
definitivamente sancionado por decreto de un concilio general (véase
el Apéndice). Para remate de su obra sacrílega, Roma se atrevió a
borrar de la ley de Dios el segundo mandamiento, que prohibe la
adoración de las imágenes y a dividir en dos el último mandamiento
para conservar el número de estos.
El espíritu de concesión al paganismo fomentó aún más el des-
precio de la autoridad del cielo. Obrando por medio de directores
inconversos de la iglesia, Satanás atentó también contra el cuarto
mandamiento y trató de echar a un lado el antiguo sábado, el día que
Dios había bendecido y santificado (
Génesis 2:2, 3
), para colocar en
su lugar el día festivo observado por los paganos como “el venerable
día del sol”.