Página 52 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
Este intento no se hizo al principio abiertamente. En los primeros
siglos el verdadero día de reposo, el sábado, había sido guardado por
todos los cristianos, los cuales siendo celosos de la honra de Dios y
creyendo que su ley es inmutable, respetaban escrupulosamente la
santidad de sus preceptos. Pero Satanás procedió con gran sutileza
por medio de sus agentes para llegar al fin que se propusiera. Para
llamar la atención de las gentes hacia el domingo, fue declarado
día de fiesta en honor de la resurrección de Cristo. Se celebraban
servicios religiosos en ese día; no obstante se lo consideraba como
día de recreo, y seguía guardándose piadosamente el sábado.
Con el fin de preparar el terreno para la realización de sus fines,
Satanás indujo a los judíos, antes del advenimiento de Cristo, a que
recargasen el sábado con las más rigurosas exacciones, de modo que
su observancia fuese una pesada carga. Aprovechándose luego de
la falsa luz bajo la cual lo había hecho considerar, hízolo despre-
ciar como institución judaica. Mientras que los cristianos seguían
observando generalmente el domingo como día de fiesta alegre, el
diablo los indujo a hacer del sábado un día de ayuno, de tristeza y
de abatimiento para hacer patente su odio al judaísmo.
A principios del siglo IV el emperador Constantino expidió un
decreto que hacía del domingo un día de fiesta pública en todo el
Imperio Romano (véase el Apéndice). El día del sol fue reverenciado
por sus súbditos paganos y honrado por los cristianos; pues era
política del emperador conciliar los intereses del paganismo y del
cristianismo que se hallaban en pugna. Los obispos de la iglesia,
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inspirados por su ambición y su sed de dominio, le hicieron obrar así,
pues comprendieron que si el mismo día era observado por cristianos
y paganos, estos llegarían a aceptar nominalmente el cristianismo
y ello redundaría en beneficio del poder y de la gloria de la iglesia.
Pero a pesar de que muchos cristianos piadosos fueron poco a poco
inducidos a reconocer cierto carácter sagrado al domingo, no dejaron
de considerar el verdadero sábado como el día santo del Señor ni de
observarlo en cumplimiento del cuarto mandamiento.
Pero no paró aquí la obra del jefe engañador. Había resuelto
reunir al mundo cristiano bajo su bandera y ejercer su poder por
medio de su vicario, el orgulloso pontífice, que aseveraba ser el
representante de Cristo. Realizó su propósito valiéndose de paganos
semiconvertidos, de prelados ambiciosos y de eclesiásticos amigos