Página 54 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
7:25
;
Apocalipsis 13:5-7
. Los cristianos se vieron obligados a optar
entre sacrificar su integridad y aceptar el culto y las ceremonias
papales, o pasar la vida encerrados en los calabozos o morir en el
tormento, en la hoguera o bajo el hacha del verdugo. Entonces se
cumplieron las palabras de Jesús: “Seréis entregados aun de vuestros
padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de
vosotros. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre”.
Lucas 21:16, 17
. La persecución se desencadenó sobre los fieles con
furia jamás conocida hasta entonces, y el mundo vino a ser un vasto
campo de batalla. Por centenares de años la iglesia de Cristo no
halló más refugio que en la reclusión y en la obscuridad. Así lo dice
el profeta: “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar aparejado
de Dios, para que allí la mantengan mil doscientos y sesenta días”.
Apocalipsis 12:6
.
El advenimiento de la iglesia romana al poder marcó el principio
de la Edad Media. A medida que crecía su poder, las tinieblas se
hacían más densas. La fe pasó de Cristo, el verdadero fundamento,
al papa de Roma. En vez de confiar en el Hijo de Dios para obtener
el perdón de sus pecados y la salvación eterna, el pueblo recurría
al papa y a los sacerdotes y prelados a quienes él invistiera de
autoridad. Se le enseñó que el papa era su mediador terrenal y que
nadie podía acercarse a Dios sino por medio de él, y andando el
tiempo se le enseñó también que para los fieles el papa ocupaba el
lugar de Dios y que por lo tanto debían obedecerle implícitamente.
Con solo desviarse de sus disposiciones se hacían acreedores a
los más severos castigos que debían imponerse a los cuerpos y
almas de los transgresores. Así fueron los espíritus de los hombres
desviados de Dios y dirigidos hacia hombres falibles y crueles; sí,
aun más, hacia el mismo príncipe de las tinieblas que ejercía su poder
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por intermedio de ellos. El pecado se disfrazaba como manto de
santidad. Cuando las Santas Escrituras se suprimen y el hombre llega
a considerarse como ente supremo, ¿qué otra cosa puede esperarse
sino fraude, engaño y degradante iniquidad? Al ensalzarse las leyes
y las tradiciones humanas, se puso de manifiesto la corrupción que
resulta siempre del menosprecio de la ley de Dios.
Días azarosos fueron aquellos para la iglesia de Cristo. Pocos,
en verdad, eran los sostenedores de la fe. Aun cuando la verdad
no quedó sin testigos, a veces parecía que el error y la superstición