Página 587 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

El tiempo de angustia
583
bien la seguridad del que confiesa su flaqueza e indignidad, y sin
embargo confía en la misericordia de un Dios que cumple su pacto.
“Luchó con el Ángel, y prevaleció”.
Oseas 12:4 (VM)
. Mediante
la humillación, el arrepentimiento y la sumisión, aquel mortal pe-
cador y sujeto al error, prevaleció sobre la Majestad del cielo. Se
aferró tembloroso a las promesas de Dios, y el Amor infinito no
pudo rechazar la súplica del pecador. Como señal de su triunfo y
como estímulo para que otros imitasen su ejemplo, se le cambió
el nombre; en lugar del que recordaba su pecado, recibió otro que
conmemoraba su victoria. Y al prevalecer Jacob con Dios, obtuvo la
garantía de que prevalecería al luchar con los hombres. Ya no temía
arrostrar la ira de su hermano; pues el Señor era su defensa.
Satanás había acusado a Jacob ante los ángeles de Dios y preten-
día tener derecho a destruirle por causa de su pecado; había inducido
a Esaú a que marchase contra él, y durante la larga noche de lucha
del patriarca, Satanás procuró embargarle con el sentimiento de su
culpabilidad para desanimarlo y apartarlo de Dios. Jacob fue casi
empujado a la desesperación; pero sabía que sin la ayuda de Dios
perecería. Se había arrepentido sinceramente de su gran pecado, y
apelaba a la misericordia de Dios. No se dejó desviar de su propó-
sito, sino que se adhirió firmemente al ángel e hizo su petición con
ardientes clamores de agonía, hasta que prevaleció.
Así como Satanás influyó en Esaú para que marchase contra
Jacob, así también instigará a los malos para que destruyan al pueblo
de Dios en el tiempo de angustia. Como acusó a Jacob, acusará
también al pueblo de Dios. Cuenta a las multitudes del mundo entre
sus súbditos, pero la pequeña compañía de los que guardan los
mandamientos de Dios resiste a su pretensión a la supremacía. Si
pudiese hacerlos desaparecer de la tierra, su triunfo sería completo.
Ve que los ángeles protegen a los que guardan los mandamientos e
infiere que sus pecados les han sido perdonados; pero no sabe que la
[604]
suerte de cada uno de ellos ha sido resuelta en el santuario celestial.
Tiene conocimiento exacto de los pecados que les ha hecho cometer
y los presenta ante Dios con la mayor exageración y asegurando que
esa gente es tan merecedora como él mismo de ser excluida del favor
de Dios. Declara que en justicia el Señor no puede perdonar los
pecados de ellos y destruirle al mismo tiempo a él y a sus ángeles.