Página 591 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El tiempo de angustia
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nos, el Señor puede darnos ese tiempo que necesitamos, quitándonos
nuestros ídolos, ya sean estos oro, casas o tierras feraces.
La juventud no se dejaría seducir por el pecado si se negase a
entrar en otro camino que aquel sobre el cual pudiera pedir la bendi-
ción de Dios. Si los que proclaman la última solemne amonestación
al mundo rogasen por la bendición de Dios, no con frialdad e indo-
lencia, sino con fervor y fe como lo hizo Jacob, encontrarían muchas
ocasiones en que podrían decir: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada
mi alma”.
Génesis 32:30
. Serían considerados como príncipes en el
cielo, con poder para prevalecer con Dios y los hombres.
El “tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente”
se iniciará pronto; y para entonces necesitaremos tener una experien-
cia que hoy por hoy no poseemos y que muchos no pueden lograr
debido a su indolencia. Sucede muchas veces que los peligros que se
esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado;
pero este no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imagi-
nación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan
dolorosa prueba. En aquel tiempo de tribulación, cada alma deberá
sostenerse por sí sola ante Dios. “Si Noé, Daniel y Job estuvieren” en
el país, “¡vivo yo! dice Jehová el Señor, que ni a hijo ni a hija podrán
ellos librar por su justicia; tan solo a sus propias almas librarán”.
Ezequiel 14:20 (VM)
.
Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo
propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección
en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tenta-
ción ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los corazones
humanos algún asidero en que hacerse firme; es tal vez algún deseo
pecaminoso que se acaricia, por medio del cual la tentación se forta-
lece. Pero Cristo declaró al hablar de sí mismo: “Viene el príncipe
de este mundo; mas no tiene nada en mí”.
Juan 14:30
. Satanás no
pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la
victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en
él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la
condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir
en el tiempo de angustia.
En esta vida es donde debemos separarnos del pecado por la
fe en la sangre expiatoria de Cristo. Nuestro amado Salvador nos
invita a que nos unamos a él, a que unamos nuestra flaqueza con su
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