Página 61 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Fieles portaantorchas
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brazos para aplastar a todo el que rehusara reconocer su gobierno; y
una tras otra las iglesias se sometieron a su dominio.
En Gran Bretaña el cristianismo primitivo había echado raíces
desde muy temprano. El evangelio recibido por los habitantes de
este país en los primeros siglos no se había corrompido con la
apostasía de Roma. La persecución de los emperadores paganos, que
se extendió aun hasta aquellas remotas playas, fue el único don que
las primeras iglesias de Gran Bretaña recibieron de Roma. Muchos
de los cristianos que huían de la persecución en Inglaterra hallaron
refugio en Escocia; de allí la verdad fue llevada a Irlanda, y en todos
esos países fue recibida con gozo.
Luego que los sajones invadieron a Gran Bretaña, el paganismo
llegó a predominar. Los conquistadores desdeñaron ser instruidos
por sus esclavos, y los cristianos tuvieron que refugiarse en los
páramos. No obstante la luz, escondida por algún tiempo, siguió
ardiendo. Un siglo más tarde brilló en Escocia con tal intensidad
que se extendió a muy lejanas tierras. De Irlanda salieron el piadoso
Colombano y sus colaboradores, los que, reuniendo en su derredor
a los creyentes esparcidos en la solitaria isla de Iona, establecieron
allí el centro de sus trabajos misioneros. Entre estos evangelistas
había uno que observaba el sábado bíblico, y así se introdujo esta
verdad entre la gente. Se fundó en Iona una escuela de la que fueron
enviados misioneros no solo a Escocia e Inglaterra, sino a Alemania,
Suiza y aun a Italia.
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Roma empero había puesto los ojos en Gran Bretaña y resuelto
someterla a su supremacía. En el siglo VI, sus misioneros empren-
dieron la conversión de los sajones paganos. Recibieron favorable
acogida por parte de los altivos bárbaros a quienes indujeron por
miles a profesar la fe romana. A medida que progresaba la obra, los
jefes papales y sus secuaces tuvieron encuentros con los cristianos
primitivos. Se vio entonces un contraste muy notable. Eran estos
cristianos primitivos sencillos y humildes, cuyo carácter y cuyas
doctrinas y costumbres se ajustaban a las Escrituras, mientras que
los discípulos de Roma ponían de manifiesto la superstición, la arro-
gancia y la pompa del papado. El emisario de Roma exigió de estas
iglesias cristianas que reconociesen la supremacía del soberano pon-
tífice. Los habitantes de Gran Bretaña respondieron humildemente
que ellos deseaban amar a todo el mundo, pero que el papa no tenía