Página 63 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Fieles portaantorchas
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retiraron; algunos, abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el
pendón de la verdad en países extraños; otros se refugiaron en los
valles solitarios y en los baluartes peñascosos de las montañas, y allí
conservaron su libertad para adorar a Dios.
La fe que por muchos siglos sostuvieron y enseñaron los cris-
tianos valdenses contrastaba notablemente con las doctrinas falsas
de Roma. De acuerdo con el sistema verdaderamente cristiano, fun-
daban su creencia religiosa en la Palabra de Dios escrita. Pero esos
humildes campesinos en sus oscuros retiros, alejados del mundo y
sujetos a penosísimo trabajo diario entre sus rebaños y viñedos, no
habían llegado de por sí al conocimiento de la verdad que se oponía
a los dogmas y herejías de la iglesia apóstata. Su fe no era una fe
nueva. Su creencia en materia de religión la habían heredado de sus
padres. Luchaban en pro de la fe de la iglesia apostólica, “la fe que
ha sido una vez dada a los santos”.
Judas 3
. “La iglesia del desierto”,
y no la soberbia jerarquía que ocupaba el trono de la gran capital,
era la verdadera iglesia de Cristo, la depositaria de los tesoros de
verdad que Dios confiara a su pueblo para que los diera al mundo.
Entre las causas principales que motivaron la separación entre la
verdadera iglesia y Roma, se contaba el odio de esta hacia el sábado
bíblico. Como se había predicho en la profecía, el poder papal echó
por tierra la verdad. La ley de Dios fue pisoteada mientras que las
tradiciones y las costumbres de los hombres eran ensalzadas. Se
obligó a las iglesias que estaban bajo el gobierno del papado a honrar
el domingo como día santo. Entre los errores y la superstición que
prevalecían, muchos de los verdaderos hijos de Dios se encontraban
tan confundidos, que a la vez que observaban el sábado se abstenían
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de trabajar el domingo. Mas esto no satisfacía a los jefes papales.
No solo exigían que se santificara el domingo sino que se profanara
el sábado; y acusaban en los términos más violentos a los que se
atrevían a honrarlo. Solo huyendo del poder de Roma era posible
obedecer en paz a la ley de Dios.
Los valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos
de Europa que poseyeron una traducción de las Santas Escrituras
(véase el Apéndice). Centenares de años antes de la Reforma tenían
ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían pues la verdad
sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de la
persecución. Declaraban que la iglesia de Roma era la Babilonia