Página 70 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
revelación de las responsabilidades y deberes de lo presente, sino
una manifestación de los peligros y glorias de lo porvenir. Creían
que no distaba mucho el fin de todas las cosas, y al estudiar la Biblia
con oración y lágrimas, tanto más los impresionaban sus preciosas
enseñanzas y la obligación que tenían de dar a conocer a otros sus
verdades. Veían claramente revelado en las páginas sagradas el plan
de la salvación, y hallaban consuelo, esperanza y paz, creyendo en
Jesús. A medida que la luz iluminaba su entendimiento y alegraba
sus corazones, deseaban con ansia ver derramarse sus rayos sobre
aquellos que se hallaban en la oscuridad del error papal.
Veían que muchos, guiados por el papa y los sacerdotes, se es-
forzaban en vano por obtener el perdón mediante las mortificaciones
que imponían a sus cuerpos por el pecado de sus almas. Como se
les enseñaba a confiar en sus buenas obras para obtener la salvación,
se fijaban siempre en sí mismos, pensando continuamente en lo
pecaminoso de su condición, viéndose expuestos a la ira de Dios,
afligiendo su cuerpo y su alma sin encontrar alivio. Así es como las
doctrinas de Roma tenían sujetas a las almas concienzudas. Millares
abandonaban amigos y parientes y se pasaban la vida en las celdas
de un convento. Trataban en vano de hallar paz para sus conciencias
con repetidos ayunos y crueles azotes y vigilias, postrados por largas
horas sobre las losas frías y húmedas de sus tristes habitaciones, con
largas peregrinaciones, con sacrificios humillantes y con horribles
torturas. Agobiados por el sentido del pecado y perseguidos por el
temor de la ira vengadora de Dios, muchos se sometían a padeci-
mientos hasta que la naturaleza exhausta concluía por sucumbir y
bajaban al sepulcro sin un rayo de luz o de esperanza.
Los valdenses ansiaban compartir el pan de vida con estas almas
hambrientas, presentarles los mensajes de paz contenidos en las
promesas de Dios y enseñarles a Cristo como su única esperanza
de salvación. Tenían por falsa la doctrina de que las buenas obras
pueden expiar la transgresión de la ley de Dios. La confianza que se
deposita en el mérito humano hace perder de vista el amor infinito de
Cristo. Jesús murió en sacrificio por el hombre porque la raza caída
no tiene en sí misma nada que pueda hacer valer ante Dios. Los
méritos de un Salvador crucificado y resucitado son el fundamento
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de la fe del cristiano. El alma depende de Cristo de una manera tan