Página 84 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
con fijeza mientras permanecían puestos en pie esperando oír su
retractación, les habló con aquella voz firme y robusta que tantas
veces les había hecho temblar, y les dijo: “No voy a morir, sino
que viviré para volver a denunciar las maquinaciones de los frailes”
(D’Aubigné, lib. 17, cap. 7). Sorprendidos y corridos los monjes se
apresuraron a salir del aposento.
Las palabras de Wiclef se cumplieron. Vivió lo bastante para
poder dejar en manos de sus connacionales el arma más poderosa
contra Roma: la Biblia, el agente enviado del cielo para libertar,
alumbrar y evangelizar al pueblo. Muchos y grandes fueron los
obstáculos que tuvo que vencer para llevar a cabo esta obra. Se
veía cargado de achaques; sabía que solo le quedaban unos pocos
años que dedicar a sus trabajos, y se daba cuenta de la oposición que
debía arrostrar, pero animado por las promesas de la Palabra de Dios,
siguió adelante sin que nada le intimidara. Estaba en pleno goce de
sus fuerzas intelectuales y enriquecido por mucha experiencia, la
providencia especial de Dios le había conservado y preparado para
esta la mayor de sus obras; de modo que mientras toda la cristiandad
se hallaba envuelta en tumultos el reformador, en su rectoría de
Lutterworth, sin hacer caso de la tempestad que rugía en derredor,
se dedicaba a la tarea que había escogido.
Por fin dio cima a la obra: acabó la primera traducción de la
Biblia que se hiciera en inglés. El Libro de Dios quedaba abierto
para Inglaterra. El reformador ya no temía la prisión ni la hoguera.
Había puesto en manos del pueblo inglés una luz que jamás se
extinguiría. Al darles la Biblia a sus compatriotas había hecho más
para romper las cadenas de la ignorancia y del vicio, y para libertar
y engrandecer a su nación, que todo lo que jamás se consiguiera con
las victorias más brillantes en los campos de batalla.
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Como todavía la imprenta no era conocida, los ejemplares de la
Biblia no se multiplicaban sino mediante un trabajo lento y enojoso.
Tan grande era el empeño de poseer el Libro, que muchos se dedi-
caron voluntariamente a copiarlo; sin embargo, les costaba mucho
a los copistas satisfacer los pedidos. Algunos de los compradores
más ricos deseaban la Biblia entera. Otros compraban solamente
una porción. En muchos casos se unían varias familias para comprar
un ejemplar. De este modo la Biblia de Wiclef no tardó en abrirse
paso en los hogares del pueblo.