Página 94 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
apelando a la Palabra de Dios para reforzar los principios de verdad
y de pureza que procuraba inculcar.
Un vecino de Praga, Jerónimo, que con ulterioridad iba a co-
laborar tan estrechamente con Hus, trajo consigo, al regresar de
Inglaterra, los escritos de Wiclef. La reina de Inglaterra, que se había
convertido a las enseñanzas de este, era una princesa bohemia, y
por medio de su influencia las obras del reformador obtuvieron gran
circulación en su tierra natal. Hus leyó estas obras con interés; tuvo a
su autor por cristiano sincero y se sintió movido a mirar con simpatía
las reformas que él proponía. Aunque sin darse cuenta, Hus había
entrado ya en un sendero que había de alejarle de Roma.
Por aquel entonces llegaron a Praga dos extranjeros proceden-
tes de Inglaterra, hombres instruidos que habían recibido la luz
del evangelio y venían a esparcirla en aquellas apartadas regiones.
Comenzaron por atacar públicamente la supremacía del papa, pero
pronto las autoridades les obligaron a guardar silencio; no obstan-
te, como no quisieran abandonar su propósito, recurrieron a otros
medios para realizarlo. Eran artistas a la vez que predicadores y
pusieron en juego sus habilidades. En una plaza pública dibujaron
dos cuadros que representaban, uno la entrada de Cristo en Jerusa-
lén, “manso y sentado sobre un asno” (
Mateo 21:5, VM
), y seguido
por sus discípulos vestidos con túnicas ajadas por las asperezas del
camino y descalzos; el otro representaba una procesión pontifical,
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en la cual se veía al papa adornado con sus ricas vestiduras y con
su triple corona, montado en un caballo magníficamente enjaeza-
do, precedido por clarines y seguido por cardenales y prelados que
ostentaban deslumbrantes galas.
Encerraban estos cuadros todo un sermón que cautivaba la aten-
ción de todas las clases sociales. Las multitudes acudían a mirarlos.
Ninguno dejaba de sacar la moraleja y muchos quedaban hondamen-
te impresionados por el contraste que resultaba entre la mansedum-
bre de Cristo, el Maestro, y el orgullo y la arrogancia del papa que
profesaba servirle. Praga se conmovió mucho y, después de algún
tiempo, los extranjeros tuvieron que marcharse para ponerse a salvo.
Pero la lección que habían dado no dejó de ser aprovechada. Los
cuadros hicieron impresión en Hus y le indujeron a estudiar con
más empeño la Biblia y los escritos de Wiclef. Aunque todavía no
estaba convenientemente preparado para aceptar todas las reformas