Página 98 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
papas con arrojarse recíprocamente violentos anatemas, decidieron
recurrir a las armas temporales. Cada uno se propuso hacer acopio de
armamentos y reclutar soldados. Por supuesto, necesitaban dinero,
y para proporcionárselo, todos los dones, oficios y beneficios de la
iglesia fueron puestos en venta (véase el Apéndice). Asimismo los
sacerdotes, imitando a sus superiores, apelaron a la simonía y a la
guerra para humillar a sus rivales y para aumentar su poderío. Con
una intrepidez que iba cada día en aumento, protestó Hus enérgica-
mente contra las abominaciones que se toleraban en nombre de la
religión, y el pueblo acusó abiertamente a los jefes papales de ser
causantes de las miserias que oprimían a la cristiandad.
La ciudad de Praga se vio nuevamente amenazada por un con-
flicto sangriento. Como en los tiempos antiguos, el siervo de Dios
fue acusado de ser el “perturbador de Israel”.
1 Reyes 18:17 (VM)
.
La ciudad fue puesta por segunda vez en entredicho, y Hus se retiró
a su pueblo natal. Terminó el testimonio que había dado él tan fiel-
mente en su querida capilla de Belén, y ahora iba a hablar al mundo
cristiano desde un escenario más extenso antes de rendir su vida
como último homenaje a la verdad.
Con el propósito de contener los males que asolaban a Europa,
fue convocado un concilio general que debía celebrarse en Constan-
za. Esta cita fue preparada, a solicitud del emperador Segismundo,
por Juan XXIII, uno de los tres papas rivales. El deseo de reunir
un concilio distaba mucho de ser del agrado del papa Juan, cuyo
carácter y política poco se prestaban a una investigación aun cuando
esta fuera hecha por prelados de tan escasa moralidad como lo eran
los eclesiásticos de aquellos tiempos. Pero no pudo, sin embargo,
oponerse a la voluntad de Segismundo (véase el Apéndice).
Los fines principales que debía procurar el concilio eran poner fin
al cisma de la iglesia y arrancar de raíz la herejía. En consecuencia
los dos antipapas fueron citados a comparecer ante la asamblea, y
con ellos Juan Hus, el principal propagador de las nuevas ideas. Los
dos primeros, considerando que había peligro en presentarse, no lo
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hicieron, sino que mandaron sus delegados. El papa Juan, aun cuando
era quien ostensiblemente había convocado el concilio, acudió con
mucho recelo, sospechando la intención secreta del emperador de
destituirle, y temiendo ser llamado a cuentas por los vicios con que
había desprestigiado la tiara y por los crímenes de que se había valido