Página 99 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

Dos héroes de la edad media
95
para apoderarse de ella. Sin embargo, hizo su entrada en la ciudad de
Constanza con gran pompa, acompañado de los eclesiásticos de más
alta categoría y de un séquito de cortesanos. El clero y los dignatarios
de la ciudad, con un gentío inmenso, salieron a recibirle. Venía
debajo de un dosel dorado sostenido por cuatro de los principales
magistrados. La hostia iba delante de él, y las ricas vestiduras de los
cardenales daban un aspecto imponente a la procesión.
Entre tanto, otro viajero se acercaba a Constanza. Hus se daba
cuenta del riesgo que corría. Se había despedido de sus amigos
como si ya no pensara volverlos a ver, y había emprendido el viaje
presintiendo que remataría en la hoguera. A pesar de haber obtenido
un salvoconducto del rey de Bohemia, y otro que, estando ya en
camino, recibió del emperador Segismundo, arregló bien todos sus
asuntos en previsión de su muerte probable.
En una carta dirigida a sus amigos de Praga, les decía: “Herma-
nos míos [...] me voy llevando un salvoconducto del rey para hacer
frente a mis numerosos y mortales enemigos [...]. Me encomiendo
de todo corazón al Dios todopoderoso, mi Salvador; confío en que él
escuchará vuestras ardientes súplicas; que pondrá su prudencia y su
sabiduría en mi boca para que yo pueda resistir a los adversarios, y
que me asistirá el Espíritu Santo para confirmarme en la verdad, a fin
de que pueda arrostrar con valor las tentaciones, la cárcel y si fuese
necesario, una muerte cruel. Jesucristo sufrió por sus muy amados,
y, por tanto, ¿habremos de extrañar que nos haya dejado su ejemplo
a fin de que suframos con paciencia todas las cosas para nuestra
propia salvación? Él es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el
Señor y nosotros sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros
somos viles mortales, ¡y sin embargo sufrió! ¿Por qué, entonces, no
habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que
la tribulación purifica? Por lo tanto, amados míos, si mi muerte ha
de contribuir a su gloria, rogad que ella venga pronto y que él me
dé fuerzas para soportar con serenidad todas las calamidades que
me esperan. Empero, si es mejor que yo regrese para vivir otra vez
entre vosotros, pidamos a Dios que yo vuelva sin mancha, es decir,
[99]
que no suprima un tilde de la verdad del evangelio, para poder dejar
a mis hermanos un buen ejemplo que imitar. Es muy probable que
nunca más volváis a ver mi cara en Praga; pero si fuese la voluntad
del Dios todopoderoso traerme de nuevo a vosotros, avanzaremos