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El Conflicto de los Siglos
para apoderarse de ella. Sin embargo, hizo su entrada en la ciudad de
Constanza con gran pompa, acompañado de los eclesiásticos de más
alta categoría y de un séquito de cortesanos. El clero y los dignatarios
de la ciudad, con un gentío inmenso, salieron a recibirle. Venía
debajo de un dosel dorado sostenido por cuatro de los principales
magistrados. La hostia iba delante de él, y las ricas vestiduras de los
cardenales daban un aspecto imponente a la procesión.
Entre tanto, otro viajero se acercaba a Constanza. Hus se daba
cuenta del riesgo que corría. Se había despedido de sus amigos
como si ya no pensara volverlos a ver, y había emprendido el viaje
presintiendo que remataría en la hoguera. A pesar de haber obtenido
un salvoconducto del rey de Bohemia, y otro que, estando ya en
camino, recibió del emperador Segismundo, arregló bien todos sus
asuntos en previsión de su muerte probable.
En una carta dirigida a sus amigos de Praga, les decía: “Herma-
nos míos ... me voy llevando un salvoconducto del rey para hacer
frente a mis numerosos y mortales enemigos... Me encomiendo de
todo corazón al Dios todopoderoso, mi Salvador; confío en que él
escuchará vuestras ardientes súplicas; que pondrá su prudencia y su
sabiduría en mi boca para que yo pueda resistir a los adversarios, y
que me asistirá el Espíritu Santo para confirmarme en la verdad, a fin
de que pueda arrostrar con valor las tentaciones, la cárcel y si fuese
necesario, una muerte cruel. Jesucristo sufrió por sus muy amados,
y, por tanto ¿habremos de extrañar que nos haya dejado su ejemplo
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a fin de que suframos con paciencia todas las cosas para nuestra
propia salvación? El es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el
Señor y nosotros sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros
somos viles mortales, iy sin embargo sufrió! ¿Por qué, entonces, no
habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que
la tribulación purifica? Por lo tanto, amados míos, si mi muerte ha
de contribuir a su gloria, rogad que ella venga pronto y que él me
dé fuerzas para soportar con serenidad todas las calamidades que
me esperan. Empero, si es mejor que yo regrese para vivir otra vez
entre vosotros, pidamos a Dios que yo vuelva sin mancha, es decir,
que no suprima un tilde de la verdad del Evangelio, para poder dejar
a mis hermanos un buen ejemplo que imitar. Es muy probable que
nunca más volváis a ver mi cara en Praga; pero si fuese la voluntad
del Dios todopoderoso traerme de nuevo a vosotros, avanzaremos