Página 143 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Un campeón de la verdad
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adelante. Lutero contestó: “¡Aunque se me ha puesto entredicho en
todas las ciudades, continuaré!”—
Ibid
.
En Erfurt, Lutero fué recibido con honra. Rodeado por multitudes
que le admiraban, cruzó aquellas mismas calles que antes recorriera
tan a menudo con su bolsa de limosnero. Visitó la celda de su
convento y meditó en las luchas mediante las cuales la luz que ahora
inundaba Alemania había penetrado en su alma. Deseaban oírle
predicar. Esto le era prohibido, pero el heraldo dió su consentimiento
y el mismo que había sido fraile sirviente del convento ocupó ahora
el púlpito.
Habló a la vasta concurrencia de las palabras de Cristo: “La paz
sea con vosotros.” “Los filósofos—dijo—doctores y escritores han
intentado demostrar cómo puede el hombre alcanzar la vida eterna,
y no lo han conseguido. Yo os lo explicaré ahora... Dios resucitó a
un Hombre, a Jesucristo nuestro Señor, por quien anonada la muerte,
destruye el pecado y cierra las puertas del infierno. He aquí la obra
de salvación... ¡Jesucristo venció! ¡he aquí la grata nueva! y somos
salvos por su obra, y no por las nuestras... Nuestro Señor Jesucristo
dice: ‘¡La paz sea con vosotros! mirad mis manos;’ es decir: Mira,
¡oh hombre! yo soy, yo solo soy quien he borrado tus pecados y te
he rescatado. ¡Por esto tienes ahora la paz! dice el Señor.”
Y siguió explicando cómo la verdadera fe se manifiesta en una
vida santa: “Puesto que Dios nos ha salvado, obremos de un modo
digno de su aprobación. ¿Eres rico? Sirvan tus bienes a los pobres.
¿Eres pobre? Tu labor sirva a los ricos. Si tu trabajo no es útil más
que para ti mismo, el servicio que pretendes hacer a Dios no es más
que mentira.”—
Ibid
.
El pueblo escuchaba embelesado. El pan de vida fué repartido
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a aquellas almas hambrientas. Cristo fué ensalzado ante ellas por
encima de papas, legados, emperadores y reyes. No dijo Lutero una
palabra tocante a su peligrosa situación. No quería hacerse objeto de
los pensamientos y de las simpatías. En la contemplación de Cristo
se perdía de vista a sí mismo. Se ocultaba detrás del Hombre del
Calvario y sólo procuraba presentar a Jesús como Redentor de los
pecadores.
El reformador prosiguió su viaje siendo agasajado en todas partes
y considerado con grande interés. Las gentes salían presurosas a su
encuentro, y algunos amigos le ponían en guardia contra el propósito