Página 164 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
antiguo camino del cielo que Roma les había marcado. Rehuían la
perplejidad de buscar algo mejor. Era más fácil confiar la salvación
de sus almas a los sacerdotes y al papa que buscar la pureza de
corazón.
Otros, en cambio, recibieron con alegría las nuevas de la reden-
ción por Cristo. Las observancias establecidas por Roma no habían
infundido paz a su alma y, llenos de fe, aceptaban la sangre del
Salvador en propiciación por sus pecados. Estos regresaron a sus
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hogares para revelar a otros la luz preciosa que habían recibido. Así
fué llevada la verdad de aldea en aldea, de pueblo en pueblo, y el
número de peregrinos que iban al santuario de la virgen, disminu-
yó notablemente. Menguaron las ofrendas, y en consecuencia la
prebenda de Zuinglio menguó también, porque de aquéllas sacaba
su subsistencia. Pero sentíase feliz al ver quebrantarse el poder del
fanatismo y de la superstición.
Las autoridades de la iglesia no ignoraban la obra que Zuinglio
estaba realizando, pero en aquel momento no pensaron intervenir.
Abrigaban todavía la esperanza de ganarlo para su causa y se esfor-
zaron en conseguirlo por medio de agasajos; entre tanto la verdad
fué ganando terreno y extendiéndose en los corazones del pueblo.
Los trabajos de Zuinglio en Einsiedeln le prepararon para una
esfera de acción más amplia en la cual pronto iba a entrar. Pasados
tres años, fué llamado a desempeñar el cargo de predicador en la
catedral de Zurich. Era esta ciudad en aquel entonces la más impor-
tante de la confederación Suiza, y la influencia que el predicador
pudiera ejercer en ella debía tener un radio más extenso. Pero los
eclesiásticos que le habían llamado a Zurich, deseosos de evitar
sus innovaciones, procedieron a darle instrucciones acerca de sus
deberes.
“Pondréis todo vuestro cuidado—le dijeron—en recaudar las
rentas del cabildo, sin descuidar siquiera las de menor cuantía. Ex-
hortaréis a los fieles, ya desde el púlpito, ya en el confesonario, a
que paguen los censos y los diezmos, y a que muestren con sus
ofrendas cuánto aman a la iglesia. Procuraréis multiplicar las rentas
procedentes de los enfermos, de las misas, y en general de todo acto
eclesiástico.” “Respecto a la administración de los sacramentos, a la
predicación y a la vigilancia requerida para apacentar la grey, son
también deberes del cura párroco. No obstante, podéis descarga-