Página 252 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
aquella antigua ciudad había muchos amigos de la Reforma, y allí
prosiguió Tyndale sus trabajos sin más trabas. Pronto salieron de la
imprenta tres mil ejemplares del Nuevo Testamento, y en el mismo
año se hizo otra edición.
Con gran concentración de espíritu y perseverancia prosiguió
sus trabajos. A pesar de la vigilancia con que las autoridades de
Inglaterra guardaban los puertos, la Palabra de Dios llegó de varios
modos a Londres y de allí circuló por todo el país. Los papistas
trataron de suprimir la verdad, pero en vano. El obispo de Durham
compró de una sola vez a un librero amigo de Tyndale todo el
surtido de Biblias que tenía, para destruirlas, suponiendo que de
esta manera estorbaria en algo la circulación de las Escrituras; pero,
por el contrario, el dinero así conseguido, fué suficiente para hacer
una edición nueva y más elegante, que de otro modo no hubiera
podido publicarse. Cuando Tyndale fué aprehendido posteriormente,
le ofrecieron la libertad a condición de que revelase los nombres de
los que le habían ayudado a sufragar los gastos de impresión de sus
Biblias. El contestó que el obispo de Durham le había ayudado más
que nadie, porque al pagar una gran suma por las Biblias que había
en existencia, le había ayudado eficazmente para seguir adelante con
valor.
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La traición entregó a Tyndale a sus enemigos, y quedó preso por
mucho meses. Finalmente dió testimonio de su fe por el martirio,
pero las armas que él había preparado sirvieron para ayudar a otros
soldados a seguir batallando a través de los siglos hasta el día de
hoy.
Látimer sostuvo desde el púlpito que la Biblia debía ser leída en
el lenguaje popular. El Autor de las Santas Escrituras, decía él, “es
Dios mismo,” y ellas participan del poder y de la eternidad de su
Autor. “No hay rey, ni emperador, ni magistrado, ni gobernador ...
que no esté obligado a obedecer ... su santa Palabra.” “Cuidémonos
de las sendas laterales y sigamos el camino recto de la Palabra de
Dios. No andemos como andaban ... nuestros padres, ni tratemos
de saber lo que hicieron sino lo que hubieran debido hacer.”—H.
Látimer, “First Sermon Preached before King Edward VI.”
Barnes y Frith, fieles amigos de Tyndale, se levantaron en de-
fensa de la verdad. Siguieron después Cranmer y los Ridley. Estos
caudillos de la Reforma inglesa eran hombres instruidos, y casi to-