Página 313 - El Conflicto de los Siglos (1954)

Basic HTML Version

Heraldos de una nueva era
309
como acontecimiento del mayor gozo para todos los pueblos. Fueron
escogidos ángeles para llevar las buenas nuevas a los que estaban
preparados para recibirlas, y que gozosos las darían a conocer a los
habitantes de la tierra. Cristo había condescendido en revestir la
naturaleza humana; iba a llevar una carga infinita de desgracia al
ofrendar su alma por el pecado; sin embargo los ángeles deseaban
que aun en su humillación el Hijo del Altísimo apareciese ante los
hombres con la dignidad y gloria que correspondían a su carácter.
¿Se juntarían los grandes de la tierra en la capital de Israel para
saludar su venida? ¿Sería presentado por legiones de ángeles a la
muchedumbre que le esperara?
Un ángel desciende a la tierra para ver quiénes están preparados
para dar la bienvenida a Jesús. Pero no puede discernir señal alguna
de expectación. No oye ninguna voz de alabanza ni de triunfo que
anuncie que la venida del Mesías es inminente. El ángel se cierne
durante un momento sobre la ciudad escogida y sobre el templo
[360]
donde durante siglos y siglos se manifestara la divina presencia; pero
allí también se nota la misma indiferencia. Con pompa y orgullo,
los sacerdotes ofrecen sacrificios impuros en el templo. Los fariseos
hablan al pueblo con grandes voces, o hacen oraciones jactanciosas
en las esquinas de las calles. En los palacios de los reyes, en las
reuniones de los filósofos, en las escuelas de los rabinos, nadie piensa
en el hecho maravilloso que ha llenado todo el cielo de alegría y
alabanzas, el hecho de que el Redentor de los hombres está a punto
de hacer su aparición en la tierra.
No hay señal de que se espere a Cristo ni preparativos para recibir
al Príncipe de la vida. Asombrado, el mensajero celestial está a punto
de volverse al cielo con la vergonzosa noticia, cuando descubre un
grupo de pastores que están cuidando sus rebaños durante la noche,
y que al contemplar el cielo estrellado, meditan en la profecía de
un Mesías que debe venir a la tierra y anhelan el advenimiento del
Redentor del mundo. Aquí tenemos un grupo de seres humanos
preparado para recibir el mensaje celestial. Y de pronto aparece
el ángel del Señor proclamando las buenas nuevas de gran gozo.
La gloria celestial inunda la llanura, una compañía innumerable de
ángeles aparece, y, como si el júbilo fuese demasiado para ser traído
del cielo por un solo mensajero, una multitud de voces entonan la
antífona que todas las legiones de los rescatados cantarán un día: