Página 314 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
“¡Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz; entre los hombres
buena voluntad!”
Lucas 2:14 (VM)
.
¡Oh! ¡qué lección encierra esta maravillosa historia de Belén!
¡Qué reconvención para nuestra incredulidad, nuestro orgullo y amor
propio! ¡Cómo nos amonesta a que tengamos cuidado, no sea que
por nuestra criminal indiferencia, nosotros también dejemos de dis-
cernir las señales de los tiempos, y no conozcamos el día de nuestra
visitación!
No fué sólo sobre los collados de Judea, ni entre los humildes
pastores, donde los ángeles encontraron a quienes velaban esperando
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la venida del Mesías. En tierra de paganos había también quienes le
esperaban; eran sabios, ricos y nobles filósofos del oriente. Observa-
dores de la naturaleza, los magos habían visto a Dios en sus obras.
Por las Escrituras hebraicas tenían conocimiento de la estrella que
debía proceder de Jacob, y con ardiente deseo esperaban la venida
de Aquel que sería no sólo la “consolación de Israel,” sino una “luz
para iluminación de las naciones” y “salvación hasta los fines de
la tierra.”
Lucas 2:25, 32
;
Hechos 13:47 (VM)
. Buscaban luz, y la
luz del trono de Dios iluminó su senda. Mientras los sacerdotes y
rabinos de Jerusalén, guardianes y expositores titulados de la verdad,
quedaban envueltos en tinieblas, la estrella enviada del cielo guió a
los gentiles del extranjero al lugar en que el Rey acababa de nacer.
Es “para la salvación de los que le esperan” para lo que Cristo
aparecerá “la segunda vez, sin pecado.”
Hebreos 9:28 (VM)
. Como
las nuevas del nacimiento del Salvador, el mensaje del segundo
advenimiento no fué confiado a los caudillos religiosos del pueblo.
No habían conservado éstos la unión con Dios, y habían rehusado
la luz divina; por consiguiente no se encontraban entre aquellos
de quienes habla el apóstol Pablo cuando dice: “Vosotros, empero,
hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día a vosotros os
sorprenda como ladrón: porque todos vosotros sois hijos de la luz e
hijos del día; nosotros no somos de la noche, ni de las tinieblas.”
1
Tesalonicenses 5:4, 5 (VM)
.
Los centinelas apostados sobre los muros de Sión deberían haber
sido los primeros en recoger como al vuelo las buenas nuevas del
advenimiento del Salvador, los primeros en alzar la voz para pro-
clamarle cerca y advertir al pueblo que se preparase para su venida.
Pero en vez de eso, estaban soñando tranquilamente en paz, mientras