Página 330 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
fueron notablemente bendecidas para la salvación de las almas. Su
primera conferencia fué seguida de un despertamiento religioso,
durante el cual treinta familias enteras, menos dos personas, fueron
convertidas. Se le instó inmediatamente a que hablase en otros
lugares, y casi en todas partes su trabajo tuvo por resultado un
avivamiento de la obra del Señor. Los pecadores se convertían,
los cristianos renovaban su consagración a Dios, y los deístas e
incrédulos eran inducidos a reconocer la verdad de la Biblia y de la
religión cristiana. El testimonio de aquellos entre quienes trabajara
fué: “Consigue ejercer una influencia en una clase de espíritus a
la que no afecta la influencia de otros hombres.”—
Id.,
138. Su
predicación era para despertar interés en los grandes asuntos de la
religión y contrarrestar la mundanalidad y sensualidad crecientes de
la época.
En casi todas las ciudades se convertían los oyentes por docenas
y hasta por centenares. En muchas poblaciones se le abrían de par
en par las iglesias protestantes de casi todas las denominaciones, y
las invitaciones para trabajar en ellas le llegaban generalmente de
los mismos ministros de diversas congregaciones. Tenía por regla
invariable no trabajar donde no hubiese sido invitado. Sin embargo
pronto vió que no le era posible atender siquiera la mitad de los
llamamientos que se le dirigían. Muchos que no aceptaban su modo
de ver en cuanto a la fecha exacta del segundo advenimiento, estaban
convencidos de la seguridad y proximidad de la venida de Cristo y
de que necesitaban prepararse para ella. En algunas de las grandes
ciudades, sus labores hicieron extraordinaria impresión. Hubo taber-
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neros que abandonaron su tráfico y convirtieron sus establecimientos
en salas de culto; los garitos eran abandonados; incrédulos, deístas,
universalistas y hasta libertinos de los más perdidos—algunos de
los cuales no habían entrado en ningún lugar de culto desde ha-
cía años—se convertían. Las diversas denominaciones establecían
reuniones de oración en diferentes barrios y a casi cualquier hora del
día los hombres de negocios se reunían para orar y cantar alabanzas.
No se notaba excitación extravagante, sino que un sentimiento de
solemnidad dominaba a casi todos. La obra de Miller, como la de
los primeros reformadores, tendía más a convencer el entendimiento
y a despertar la conciencia que a excitar las emociones.