Página 332 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
fectamente sereno y sin nubes, todo el cielo estuvo constantemente
surcado por una lluvia incesante de cuerpos que brillaban de modo
deslumbrador.”—R. M. Devens,
American Progress; or, The Great
Events of the Greatest Century,
cap. 28, párrs. 1-5.
“En verdad, ninguna lengua podría describir el esplendor de tan
hermoso espectáculo; ... nadie que no lo haya presenciado puede
formarse exacta idea de su esplendor. Parecía que todas las estrellas
del cielo se hubiesen reunido en un punto cerca del cénit, y que
fuesen lanzadas de allí, con la velocidad del rayo, en todas las direc-
ciones del horizonte; y sin embargo no se agotaban: con toda rapidez
seguíanse por miles unas tras otras, como si hubiesen sido creadas
para el caso.”—F. Reed, en el
Christian Advocate and Journal,
13
de dic. de 1833. “Es imposible contemplar una imagen más exacta
de la higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida por un
gran viento.”—“The Old Countryman,” en el
Evening Advertiser
de
[382]
Portland, 26 de nov. de 1833.
En el
Journal of Commerce
de Nueva York del 14 de noviembre
se publicó un largo artículo referente a este maravilloso fenómeno y
en él se leía la siguiente declaración: “Supongo que ningún filósofo
ni erudito ha referido o registrado jamás un suceso como el de ayer
por la mañana. Hace mil ochocientos años un profeta lo predijo con
toda exactitud, si entendemos que las estrellas que cayeron eran
estrellas errantes o fugaces, ... que es el único sentido verdadero y
literal.”
Así se realizó la última de las señales de su venida acerca de las
cuales Jesús había dicho a sus discípulos: “Cuando viereis todas estas
cosas,
sabed
que está cercano, a las puertas.”
Mateo 24:33
. Después
de estas señales, Juan vió que el gran acontecimiento que debía
seguir consistía en que el cielo desaparecía como un libro cuando es
arrollado, mientras que la tierra era sacudida, las montañas y las islas
eran movidas de sus lugares, y los impíos, aterrorizados, trataban
de esconderse de la presencia del Hijo del hombre.
Apocalipsis
6:12-17
.
Muchos de los que presenciaron la caída de las estrellas la con-
sideraron como un anunció del juicio venidero—“como un signo
precursor espantoso, un presagio misericordioso, de aquel grande y
terrible día.”—“The Old Countryman,” en el
Evening Advertiser
de
Portland, 26 de nov. de 1833. Así fué dirigida la atención del pueblo