Página 333 - El Conflicto de los Siglos (1954)

Basic HTML Version

Una profecía significativa
329
hacia el cumplimiento de la profecía, y muchos fueron inducidos a
hacer caso del aviso del segundo advenimiento.
En 1840 otro notable cumplimiento de la profecía despertó in-
terés general. Dos años antes, Josías Litch, uno de los principales
ministros que predicaban el segundo advenimiento, publicó una
explicación del capítulo noveno del Apocalipsis, que predecía la
caída del imperio otomano. Según sus cálculos esa potencia sería
derribada “en el año 1840 de J. C., durante el mes de agosto”; y
pocos días antes de su cumplimiento escribió: “Admitiendo que el
primer período de 150 años se haya cumplido exactamente antes de
[383]
que Deacozes subiera al trono con permiso de los turcos, y que los
391 años y quince días comenzaran al terminar el primer período,
terminarán el 11 de agosto de 1840, día en que puede anticiparse
que el poder otomano en Constantinopla será quebrantado. Y esto
es lo que creo que va a confirmarse.”—Josías Litch, en.
Signs of the
Times, and Expositor of Prophecy, 10 de agosto de 1840
.
En la fecha misma que había sido especificada, Turquía aceptó,
por medio de sus embajadores, la protección de las potencias aliadas
de Europa, y se puso así bajo la tutela de las naciones cristianas. El
acontecimiento cumplió exactamente la predicción.
(Véase el Apén-
dice.)
Cuando esto se llegó a saber, multitudes se convencieron de
que los principios de interpretación profética adoptados por Miller y
sus compañeros eran correctos, con lo que recibió un impulso mara-
villoso el movimiento adventista. Hombres de saber y de posición
social se adhirieron a Miller para divulgar sus ideas, y de 1840 a
1844 la obra se extendió rápidamente.
Guillermo Miller poseía grandes dotes intelectuales, disciplina-
das por la reflexión y el estudio; y a ellas añadió la sabiduría del cielo
al ponerse en relación con la Fuente de la sabiduría. Era hombre de
verdadero valer, que no podía menos que imponer respeto y gran-
jearse el aprecio dondequiera que supiera estimarse la integridad, el
carácter y el valor moral. Uniendo verdadera bondad de corazón a la
humildad cristiana y al dominio de sí mismo, era atento y afable para
con todos, y siempre listo para escuchar las opiniones de los demás
y pesar sus argumentos. Sin apasionamiento ni agitación, examinaba
todas las teorías y doctrinas a la luz de la Palabra de Dios; y su sano
juicio y profundo conocimiento de las Santas Escrituras, le permitían
descubrir y refutar el error.