Página 335 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Una profecía significativa
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pagadores y defensores,” sino “a reírse del día del juicio, a mofarse
del mismo Dios y a hacer burla de su tribunal.”—Bliss, 183.
El instigador de todo mal no trató únicamente de contrarrestar
los efectos del mensaje del advenimiento, sino de destruir al mismo
mensajero. Miller hacía una aplicación práctica de la verdad bíblica
a los corazones de sus oyentes, reprobando sus pecados y turbando
el sentimiento de satisfacción de sí mismos, y sus palabras claras
y contundentes despertaron la animosidad de ellos. La oposición
manifestada por los miembros de las iglesias contra su mensaje
alentaba a las clases bajas a ir aún más allá; y hubo enemigos que
conspiraron para quitarle la vida a su salida del local de reunión.
Pero hubo ángeles guardianes entre la multitud, y uno de ellos, bajo
la forma de un hombre, tomó el brazo del siervo del Señor, y lo puso
a salvo del populacho furioso. Su obra no estaba aún terminada, y
Satanás y sus emisarios se vieron frustrados en sus planes.
A pesar de toda oposición, el interés en el movimiento adventista
siguió en aumento. De decenas y centenas el número de los creyen-
tes alcanzó a miles. Las diferentes iglesias se habían acrecentado
notablemente, pero al poco tiempo el espíritu de oposición se mani-
festó hasta contra los conversos ganados por Miller, y las iglesias
empezaron a tomar medidas disciplinarias contra ellos. Esto indujo
a Miller a instar a los cristianos de todas las denominaciones a que,
si sus doctrinas eran falsas, se lo probasen por las Escrituras.
“¿Qué hemos creído—decía él—que no nos haya sido ordenado
creer por la Palabra de Dios, que vosotros mismos reconocéis como
regla única de nuestra fe y de nuestra conducta? ¿Qué hemos hecho
para que se nos arrojasen tan virulentos cargos y diatribas desde el
púlpito y la prensa, y para daros motivo para excluirnos a nosotros
[los adventistas] de vuestras iglesias y de vuestra comunión?” “Si
estamos en el error, os ruego nos enseñéis en qué consiste nuestro
error. Probádnoslo por la Palabra de Dios; harto se nos ha ridicu-
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lizado, pero no será eso lo que pueda jamás convencernos de que
estemos en error; la Palabra de Dios sola puede cambiar nuestro
modo de ver. Llegamos a nuestras conclusiones después de madura
reflexión y de mucha oración, a medida que veíamos las evidencias
de las Escrituras.”—
Id.,
250, 252.
Siglo tras siglo las amonestaciones que Dios dirigió al mundo por
medio de sus siervos, fueron recibidas con la misma incredulidad