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El Conflicto de los Siglos
al mismo tiempo que estaba llamando la atención en otros países.
Desde fecha temprana algunos de los creyentes fueron a Rusia, y
formaron allí colonias, y la fe de la próxima venida de Cristo está
aún viva entre las iglesias alemanas de aquel país.
La luz brilló también en Francia y en Suiza. En Ginebra, donde
Farel y Calvino propagaran las verdades de la Reforma, Gaussen
predicó el mensaje del segundo advenimiento. Cuando era aún estu-
diante, Gaussen había conocido el espíritu racionalista que dominaba
en toda Europa hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, y
cuando entró en el ministerio no sólo ignoraba lo que era la fe verda-
dera, sino que se sentía inclinado al escepticismo. En su juventud se
había interesado en el estudio de la profecía. Después de haber leído
la
Historia Antigua
de Rollin, su atención fué atraída al segundo
capítulo de Daniel, y le sorprendió la maravillosa exactitud con que
se había cumplido la profecía, según resalta de la relación del histo-
riador. Había en ésta un testimonio en favor de la inspiración de las
Escrituras, que fué para él como un ancla en medio de los peligros
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de los años posteriores. No podía conformarse con las enseñanzas
del racionalismo, y al estudiar la Biblia en busca de luz más clara,
fué conducido, después de algún tiempo, a una fe positiva.
Al continuar sus investigaciones sobre las profecías, llegó a creer
que la venida del Señor era inminente. Impresionado por la solemni-
dad e importancia de esta gran verdad, deseó presentarla al pueblo,
pero la creencia popular de que las profecías de Daniel son miste-
rios y no pueden ser entendidas, le resultó obstáculo serio. Al fin
resolvió—como Farel lo había hecho antes que él en la evangeliza-
ción de Ginebra—empezar con los niños, esperando por medio de
ellos alcanzar a los padres.
Al hablar de su propósito en esta tarea, decía él, tiempo después:
“Deseo que se comprenda que no es a causa de su escasa importancia,
sino a causa de su gran valor, por lo que yo deseaba presentar esas
enseñanzas en esta forma familiar y por qué las dirigía a los niños.
Deseaba que se me oyese, y temía que no se me escuchara si me
dirigía primero a los adultos.” “Resolví por consiguiente dirigirme
a los más jóvenes. Re/uno pues una asistencia de niños; si ésta
aumenta, si se ve que los niños escuchan, que están contentos e
interesados, que comprenden el tema y saben exponerlo, estoy seguro
de tener pronto otro círculo de oyentes, y a su vez los adultos verán