Página 502 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
así se hallan en condición de introducir sus errores como si fueran
doctrinas de las Escrituras.
La teoría según la cual nada importa lo que los hombres creen, es
uno de los engaños que más éxito da a Satanás. Bien sabe él que la
verdad recibida con amor santifica el alma del que la recibe; de aquí
que trate siempre de substituirla con falsas teorías, con fábulas y con
otro evangelio. Desde un principio los siervos de Dios han luchado
contra los falsos maestros no sólo porque eran hombres viciosos,
sino porque inculcaban errores fatales para el alma. Elías, Jeremías y
Pablo se opusieron firme y valientemente a los que estaban apartando
a los hombres de la Palabra de Dios. Ese género de liberalidad que
mira como cosa de poca monta una fe religiosa clara y correcta, no
encontró aceptación entre aquellos santos defensores de la verdad.
Las interpretaciones vagas y fantásticas de las Santas Escrituras,
así como las muchas teorías contradictorias respecto a la fe religiosa,
que se advierten en el mundo cristiano, son obra de nuestro gran
adversario, que trata así de confundir las mentes de suerte que no
puedan descubrir la verdad. Y la discordia y división que existen
entre las iglesias de la cristiandad se deben en gran parte a la cos-
tumbre tan general de torcer el sentido de las Sagradas Escrituras
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con el fin de apoyar alguna doctrina favorita. En lugar de estudiar
con esmero y con humildad de corazón la Palabra de Dios con el
objeto de llegar al conocimiento de su voluntad, muchos procuran
descubrir algo curioso y original.
Con el fin de sostener doctrinas erróneas o prácticas anticris-
tianas, hay quienes toman pasajes de la Sagrada Escritura aislados
del contexto, no citan tal vez más que la mitad de un versículo para
probar su idea, y dejan la segunda mitad que quizá hubiese probado
todo lo contrario. Con la astucia de la serpiente se encastillan tras
declaraciones sin ilación, entretejidas de manera que favorezcan sus
deseos carnales. Es así como gran número de personas pervierten
con propósito deliberado la Palabra de Dios. Otros, dotados de viva
imaginación, toman figuras y símbolos de las Sagradas Escrituras
y los interpretan según su capricho, sin parar mientes en que la
Escritura declara ser su propio intérprete; y luego presentan sus
extravagancias como enseñanzas de la Biblia.
Siempre que uno se da al estudio de las Escrituras sin estar
animado de un espíritu de oración y humildad, susceptible de recibir