Página 551 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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La libertad de conciencia amenazada
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que rechacen sus dogmas, considere el espíritu que Roma manifestó
contra el sábado y sus defensores.
Edictos reales, concilios generales y ordenanzas de la iglesia
sostenidos por el poder civil fueron los peldaños por medio de los
cuales el día de fiesta pagano alcanzó su puesto de honor en el mundo
cristiano. La primera medida pública que impuso la observancia del
domingo fué la ley promulgada por Constantino. [
(Año 321 de J C.;
véase el Apéndice.)
] Dicho edicto requería que los habitantes de las
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ciudades descansaran en “el venerable día del sol,” pero permitía a
los del campo que prosiguiesen sus faenas agrícolas. A pesar de ser
en realidad ley pagana, fué impuesta por el emperador después que
hubo aceptado nominalmente el cristianismo.
Como el mandato real no parecía substituir de un modo suficiente
la autoridad divina, Eusebio, obispo que buscó el favor de los prín-
cipes y amigo íntimo y adulador especial de Constantino, aseveró
que Cristo había transferido el día de reposo del sábado al domingo.
No se pudo aducir una sola prueba de las Santas Escrituras en favor
de la nueva doctrina. Eusebio mismo reconoce involuntariamente la
falsedad de ella y señala a los verdaderos autores del cambio.
“No-
sotros
hemos transferido al domingo, día del Señor—dice—todas
las cosas que debían hacerse en el sábado.”—[Roberto Cox,
Sabbath
Laws and Sabbath Duties,
pág. 538. Pero por infundado que fuese
el argumento en favor del domingo, sirvió para envalentonar a los
hombres y animarlos a pisotear el sábado del Señor. Todos los que
deseaban ser honrados por el mundo aceptaron el día festivo popular.
Con el afianzamiento del papado fué enalteciéndose más y más
la institución del domingo. Por algún tiempo el pueblo siguió ocu-
pándose en los trabajos agrícolas fuera de las horas de culto, y el
séptimo día, o sábado, siguió siendo considerado como el día de
reposo. Pero lenta y seguramente fué efectuáno dose el cambio. Se
prohibió a los magistrados que fallaran en lo civil los domingos.
Poco después se dispuso que todos sin distinción de clase social se
abstuviesen del trabajo ordinario, so pena de multa para los señores
y de azotes para los siervos. Más tarde se decretó que los ricos serían
castigados con la pérdida de la mitad de sus bienes y que finalmente,
si se obstinaban en desobedecer, se les hiciese esclavos. Los de las
clases inferiores debían sufrir destierro perpetuo.