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El Conflicto de los Siglos
Nunca desde entonces ha alcanzado Roma tan grande dignidad,
magnificencia, ni poder.
Mas “el apogeo del papado fué la medianoche del mundo.” (Wy-
lie,
The History of Protestantism,
libro 1, cap. 4.) Las Sagradas
Escrituras eran casi desconocidas no sólo de las gentes sino de los
mismo sacerdotes. A semejanza de los antiguos fariseos, los cau-
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dillos papales aborrecían la luz que habría revelado sus pecados.
Rechazada la ley de Dios, modelo de justicia, ejercieron poderío sin
límites y practicaron desenfrenadamente los vicios. Prevalecieron el
fraude, la avaricia y el libertinaje. Los hombres no retrocedieron ante
ningún crimen que pudiese darles riquezas o posición. Los palacios
de los papas y de los prelados eran teatro de los más viles excesos.
Algunos de los pontífices reinantes se hicieron reos de crímenes tan
horrorosos que los gobernantes civiles tuvieron que procurar depo-
ner a dichos dignatarios de la iglesia como monstruos demasiado
viles para ser tolerados. Durante siglos Europa no progresó en las
ciencias, ni en las artes, ni en la civilización. La cristiandad quedó
moral e intelectualmente paralizada.
La condición en que el mundo se encontraba bajo el poder ro-
mano resultaba ser el cumplimiento espantoso e impresionante de
las palabras del profeta Oseas: “Mi pueblo está destruido por falta
de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado con desprecio el co-
nocimiento de Dios, yo también te rechazaré; ... puesto que te has
olvidado de la ley de tu Dios, me olvidaré yo también de tus hijos.”
“No hay verdad, y no hay misericordia, y no hay conocimiento de
Dios en la tierra. ¡No hay más que perjurio, y mala fe, y homicidio,
y hurto y adulterio! ¡rompen por todo; y un charco de sangre toca
a otro!”
Oseas 4:6, 1, 2 (VM)
. Tales fueron los resultados de haber
desterrado la Palabra de Dios.
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