Página 92 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
y humildes—de los que sin miedo alguno daban testimonio de la
verdad en los calabozos, en las “torres lolardas,” gozosos en medio
de los tormentos y las llamas, de ser tenidos por dignos de participar
de “la comunión de sus padecimientos.”
Los papistas fracasaron en su intento de perjudicar a Wiclef
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durante su vida, y su odio no podía aplacarse mientras que los restos
del reformador siguieran descansando en la paz del sepulcro. Por
un decreto del concilio de Constanza, más de cuarenta años después
de la muerte de Wiclef sus huesos fueron exhumados y quemados
públicamente, y las cenizas arrojadas a un arroyo cercano. “Ese
arroyo—dice un antiguo escritor—llevó las cenizas al río Avón,
el Avón al Severna, el Severna a los mares y éstos al océano; y
así es como las cenizas de Wiclef son emblema de sus doctrinas,
las cuales se hallan esparcidas hoy día por el mundo entero.”—T.
Fuller,
Church History of Britain,
lib. 4, sec. 2, párr. 54. ¡Cuán poco
alcanzaron a comprender sus enemigos el significado de su acto
perverso!
Por medio de los escritos de Wiclef, Juan Hus, de Bohemia, fué
inducido a renunciar a muchos de los errores de Roma y a asociarse
a la obra de reforma. Y de este modo, en aquellos dos países, tan
distantes uno de otro, fué sembrada la semilla de la verdad. De
Bohemia se extendió la obra hasta otros países; la mente de los
hombres fué encauzada hacia la Palabra de Dios que por tan largo
tiempo había sido relegada al olvido. La mano divina estaba así
preparando el camino a la gran Reforma.
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