Abstinencia de narcóticos
Nuestro pueblo retrocede constantemente en lo que se refiere a
la reforma de la salud. Satanás sabe que no puede ejercer el mismo
control sobre ellos como lo tiene cuando ceden a sus apetitos. La
conciencia se embota, la mente se anubla y disminuye su suscep-
tibilidad a ser impresionada, cuando se está bajo la influencia de
alimentos dañinos. Pero la culpa del transgresor no se atenúa porque
su conciencia violada se halle adormecida.
Satanás se ocupa en corromper las mentes y desruir las almas con
sus tentaciones insidiosas. ¿Comprenderá el pueblo de Dios lo que
significa la complacencia de un apetito pervertido? ¿Abandonarán
el uso de té, café, carnes, y todo alimento estimulante, y dedicarán
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en cambio a la predicación de la verdad el dinero que gastarían en
la complacencia de estos apetitos perjudiciales? Estos estimulantes
sólo causan daño, y sin embargo vemos que muchos que profesan
ser cristianos usan el tabaco. Estas mismas personas, mientras de-
ploran los males de la intemperancia y hablan contra el uso del licor,
escupen a cada rato el jugo del tabaco que están mascando. Puesto
que el estado saludable de la mente depende del funcionamiento
normal de las facultades vitales, cuánto cuidado debiera ejercerse de
evitar el uso de todo narcótico y estimulante
El tabaco es un veneno lento e insidioso, y es más difícil deste-
rrar sus efectos del organismo que los del alcohol. ¿Qué poder puede
ejercer un adicto del tabaco contra los avances de la intemperancia?
Debe producirse una revolución contra el tabaco en el mundo antes
que se pueda aplicar el hacha a la raíz del árbol. Vayamos todavía
un poco más lejos. El consumo de té y café estimula el apetito que
se tiene por estimulantes más fuertes, como el tabaco y el licor. Pero
consideremos el asunto aún más de cerca y examinemos las comi-
das que se sirven diariamente en los hogares de los cristianos. ¿Se
práctica en ellos la temperancia en todas las cosas? ¿Se promueven
allí las reformas que son tan esenciales para la buena salud y la feli-
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Testimonies for the Church 3:569-570 (1875)
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