Relación de la alimentación con la salud y la moralidad
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Coma lentamente
A fin de asegurar una digestión saludable, los alimentos deben
ser comidos lentamente. Los que deseen evitar los trastornos diges-
tivos, conscientes de su deber de mantener todas sus facultades en
una condición tal que los capacite para rendir el mejor servicio a
Dios, harán bien en recordar este hecho. Si su tiempo para comer
es limitado, no trague la comida rápidamente, sino coma menos
y mastique lentamente. El beneficio obtenido de los alimentos no
depende tanto de la cantidad ingerida, como de su completa diges-
tión; ni la gratificación del paladar depende tanto de la cantidad
tragada, como del tiempo que permanece en la boca. La persona que
experimenta alguna ansiedad o emoción, o se halla apresurada, haría
bien en no comer hasta haberse tranquilizado, porque las faculta-
des vitales, ya alteradas, no pueden abastecer los necesarios jugos
digestivos. Muchos, cuando viajan mastican casi constantemente
cualquier comestible a su alcance. Esta práctica es perniciosa. Si los
viajeros comieran alimentos sencillos y nutritivos a horas regulares,
no experimentarían tanto cansancio y se enfermarían menos.
La temperancia en todas las cosas es necesaria a fin de conservar
la salud: temperancia en el trabajo y temperancia en la comida y la
bebida. Nuestro Padre celestial nos dio la luz de la reforma de la
salud a fin de protegernos contra los peligros de un apetito depravado,
para que los que aman la pureza y la santidad puedan saber cómo
usar con discreción todo lo bueno que Dios les ha provisto, y para
que mediante el ejercicio cotidiano de la temperancia puedan ser
santificados por la verdad.
En nuestros campamentos debemos tener alimentos nutritivos y
saludables, preparados de manera sencilla. No debemos transformar
estas ocasiones en banquetes. Si apreciamos las bendiciones de Dios,
si nos alimentamos con el Pan de Vida, no nos preocuparemos por
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gratificar los apetitos. Pregúntese cada uno: ¿Cómo está mi alma?
Cuando ésta sea nuestra preocupación, experimentaremos un anhelo
tan grande por el alimento espiritual, por algo que imparta fortaleza
espiritual, que no nos quejaremos si los alimentos son sencillos.
Dios requiere que el cuerpo le sea ofrecido en sacrificio vivo,
no en sacrificio muerto o decadente. Las ofrendas de los hebreos
debían ser sin mancha, y ¿será acaso agradable para Dios recibir