Abramos las ventanas del alma
La carga del pecado, con su inquietud y sus deseos no satisfe-
chos, se encuentra en el fundamento mismo de una gran parte de las
enfermedades que sufre el pecador. Cristo es el poderoso Sanador
del alma enferma por el pecado. Estas pobres personas afligidas
necesitan obtener un conocimiento más claro de Aquel que es vida
eterna si se lo conoce correctamente. Necesitan que se les enseñe
con paciencia y bondad, y sin embargo con fervor, cómo abrir las
ventanas del alma, y dejar que la luz del sol del amor de Dios penetre
en ella para iluminar las oscuras cámaras de la mente. Las verdades
espirituales más exaltadas pueden hacerse comprender por medio
de las cosas de la naturaleza. Las avecillas que vuelan, como las
florecillas del campo en su radiante hermosura, el grano en creci-
miento, las fructíferas ramas de la vid, los árboles en flor, la gloriosa
puesta de sol, las nubes carmesíes que anuncian un día hermoso, las
estaciones que vienen y pasan, todo esto puede enseñarnos preciosas
lecciones acerca de la fe. La imaginación tiene aquí un fructífero
campo que explorar. La mente inteligente puede contemplar con la
mayor satisfacción las lecciones de la verdad divina que el Redentor
del mundo ha asociado con las cosas de la naturaleza.
Cristo reprochó definidamente a la gente de su tiempo porque
no habían aprendido de la naturaleza las lecciones espirituales que
debieran haber obtenido. Todas las cosas, animadas e inanimadas,
expresan al ser humano el conocimiento de Dios. La misma mente
divina que está trabajando con las cosas de la naturaleza, habla a las
mentes y los corazones de los hombres y crea un anhelo inexpresable
por algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer
sus anhelos.—
Testimonies for the Church 4:579-580
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